MUERTE
Y ENTIERRO DE ISABEL LA
CATÓLICA
A continuación se publica un artículo referente al entierro de la reina Isabel la Católica entresacada de la página web: http://www.delsolmedina.com/VCentenario28 y realizao en 2004 por Ricardo Sendino. La Reina, sin duda alguna, es un personaje que sigue estando muy de actualidad, ya no sólo por la serie televisiva "Isabel", sino por su proceso de beatificación.
El próximo 26 de Noviembre de 2014 se cumplirán 510 años de su fallecimiento en la casa-palacio de la Plaza Mayor de Medina del Campo.
Este es el artículo que en 2004 publicó el cronista de Medina:
Ruta que siguió el ferétro de la Reina Isabel |
Está ya próximo el día 26 de noviembre de 2004, en que tendrá
lugar, la celebración del 5º Centenario de la ejemplar muerte de la Reina de Castilla doña Isabel de Trastámara,
conocida por la Historia
como Isabel la Católica.
Eran sobre las doce del
mediodía cuando expiró la Reina
"fundadora
de España y madre de América".
Preces entre llantos y la celebración de la primera "Misa
corpore insepulto" en el oratorio de la casa-palacio que los reyes de Castilla poseían en
la ferial y amplia Plaza Mayor de la
Villa medinense, sobre su "acera del portillo o
potrillo", presidida por el atributo del rey don Fernando, seguida por los
preparativos cortesanos para el traslado del regio cadáver hasta la lejana
Granada, según había dispuesto en su Testamento, modelo de prudencia cristiana
devoción santa.
El cortejo fúnebre de Isabel la Católica estuvo compuesto
por más de 200 personas que recorrieron en 19 días la distancia entre la ciudad
en que murió la monarca, Medina del Campo, hasta Granada, cumpliendo la última
voluntad de la reina castellana y pasando penurias y calamidades como dejan
constancia las crónicas de la época.
Largo y accidentado entierro
desde esta Medina del Campo, su Villa "Muy Noble, Leal y Coronada",
hasta la granada que por ella conquistada y cristianizada doce años atrás.
Salieron, pues, los restos
mortales de la Reina
Católica revestidos con el burdo y penitencial hábito
franciscano austero, pero fuerte ataúd, por el cual "con una cama para
asentar las andas, cobró novecientos setenta maravedíes el maestro de obras de
carpintería de Palacio". El ataúd y sus andas portado inicialmente por sus
fieles criados y camareros y rodeado por un gran número de "damas y
caballeros junto a sus más fieles servidores y miembros de la Corte ", que le
escoltarían hasta la ciudad de Granada, "sin detenimiento alguno"
como la Soberana
dispuso en su última y real voluntad.
Ya en las horas que precedieron
a su cristiana y ejemplar muerte, la cerrazón de los cielos aberruntaba fuerte
temporal, por lo que se hubo de forrar el ataúd con "cueros de becerro y
una fuerte funda encerada".
Según los Cronistas, el aguacero
y truenos iniciales se transformaron pronto el diluvio obscuro y tenebroso, y
así "diluviando transpusieron los puertos, entre rayos y truenos, dejando
atrás, rápidamente, Arévalo, Carceñosa, Ávila, Cebreros y Toledo..."
porque no solamente era el Reino todo el que únicamente lloraba, sino la Naturaleza también
manifestaba su dolor y duelo.
15 de Julio de 2004, unos 400
participantes de la Ruta
Quetzal simularon el cruce del río Guadalquivir que hizo en
1504 el féretro de la reina Isabel I de Castilla, a su paso por Mengíbar
(Jaén), para cubrir el trayecto entre Medina del Campo (Valladolid), donde
murió, y Granada, donde fue enterrada.
Según informaron a Europa Press
fuentes del Ayuntamiento de Mengíbar, esta actividad, que cuenta con la
organización del Ministerio de Medio Ambiente a través de la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), se llevará a cabo a las
8.00 horas en las zona conocidas como El Piquillo y Paso de la Barca. El traslado de
una orilla a otra del río se realizará con barcazas que transportarán a varios
grupos de participantes, procedentes de todo el mundo. A continuación,
visitarán el término municipal, ya que el cadáver de la Reina Católica fue
velado en la iglesia de San Pedro Apóstol de Mengíbar.
Este acto se celebró en
conmemoración del V centenario de la muerte de Isabel I de Castilla, que, tras
su fallecimiento el 24 de noviembre de 1504 en Medina del Campo aquejada de
unas fiebres, fue trasladada hasta Granada. El cortejo fúnebre se encontró en
Mengíbar (Jaén) con un río Guadalquivir "crecido" e
"impetuoso" que hubo de cruzarse en balsas, aunque "más de un
esforzado caballero tuvo que forzar a nado las arremolinadas corrientes",
según cuentan las crónicas de los historiadores.Tras atravesar el río, la
expedición prosiguió su camino hasta Granada, ciudad que alcanzó el 17 de
diciembre del mismo año.)
Y así continuó el viaje-entierro
de la Reina Doña
Isabel la Católica.
"vadeando
ríos y patiquebrando acémilas fueron alejándose de Medina y de Castilla, y así
siguió el recio temporal durante los primeros días de aquel obscuro y
tormentoso diciembre de 1504; y atravesando Jaén entró el doliente cortejo en
Andalucía, que recibió el cadáver de Doña Isabel de Trastámara hecho un mar de
lágrimas y dolor, y los cielos siguieron siendo negros y tenebrosos vestidos de
luto”.
Según los historiadores que
vivieron en aquellos últimos días de noviembre y primeros de diciembre del año
de 1504 no conocieron temporal igual al que reinó en dichas fechas, y ya antes
de llegar a Toledo tuvieron que cubrir y reforzar el féretro con "dos
cueros de becerros, por lo que se pagaron al zapatero Diego de Madrid mil
quinientos ochenta y cuatro maravedíes y medio".
Allí, en esta cuidad de Toledo hicieron
una breve parada donde "había muchos lodos y los caballeros y
regidores que tomaron en hombros el ataúd frente a la toledana Puerta del
Cambrón, de donde salió el Cabildo para rezar un responso, y lo llevaron a San
Juan de los Reyes", a pesar de que quisieron honrar los restos
mortales de la Reina
"Fundadora
y Fundidora de España y Madre de América", en su bella y amplia
iglesia-catedral Primada, pero el horrible temporal que desde la tarde del día
26 de noviembre de aquel triste año de 1504 reinaba en la mayor parte de la Península Ibérica
"urgía
ganar tiempo"`para que no se hicieran invadeables los ríos e
intransitables los caminos.
Ya al pasar por Cebreros,
treinta braceros tuvieron que ayudar a vadear el crecido río, lo que hacía
presagiar el paso del caudaloso Guadalquivir y parte de su cuenca fluvial alta.
Fueron muchos puentes los que se
llevaron y rompieron las ventiscas y torrenteras tremendas, con desbordamientos
y avenidas nunca conocidas n la memoria de aquellas generaciones.
Por las localidades de Mengíbar
y Espeluy hubo de cruzarse en balsas el crecido e impetuoso río, y "más de
un esforzado caballero tubo que forzar a nado las arremolinadas
corrientes". Acémilas, provisiones y carruajes había que reparar sobre la
marcha, así como los objetos y cruces y las mulas y jumentos se despeñaban y
caían por los malos pasos y riscos del accidentado camino.
Dice Pedro Mártir de Anglería en
su "Epistolario" que "ni el sol ni la luna fueron vistos
durante todo este tormentoso y póstumo entierro-viaje, que los fieles
seguidores de la Reina
Católica hicieron en largo y sufrido viaje hasta su sepultura
terrenal en la Granada
recién reconquistada, y "sin embargo, ni un solo acompañante quiso
abandonar el cuerpo querido y venerado".
Por fin dieron vista a la ciudad
de Granada y su fértil vega el 17 de diciembre de 1504, después de veinte días
de un borrascoso, tempestuoso y accidentado viaje fúnebre, y fue entonces
cuando Pedro Patiño, teniente del Mayordomo Mayor de Doña Isabel, "que
era como el aposentado de su postrer viaje", mandó hacer alto para
reorganizar las filas de la triste comitiva, y al mismo tiempo "cubrir
con nuevos paños el féretro" y con ello disimular así los
desperfectos del prolongado temporal, y tomar también un breve y necesario
descanso.
Allí mismo la intendencia real
repartió sesenta hachones de cera, "que pesaban once arrobas, entre los de
mayor alcurnia y encopetados del cortejo funerario", y en
silenciosa y ordenada comitiva, entregaron los mortales restos de Doña Isabel
de Trastámara, a los frailes de San Francisco de Granada, que levantaron dos
túmulos, uno en la
Puerta Elvira y el otro en el camino del Realejo, en los
cuales "se consumieron quinientas setenta y tres varas de frisas negras,
y ante ellas entonáronse solemnísimos responsos”
Las calles granadinas fueron
alutadas y a su través "con muchas lágrimas y real pompa", según
manifestó Pedraza, fue desfilando una interminable serie de caballeros,
espoliques, criados y porteros, todos vestidos de bayeta de luto entre gallardetas
de tafetán enarbolados sobre altísimos mástiles.
Granada y su Concejo no
regatearon gastos, y ya dentro de las calles "el pueblo entero, rezando
en voz alta, subió a la colina roja, desde las murallas hasta más allá del
Campo de los Mártires, tras el triunfante pendón real, engalanado con flamantes
borlas y cordones que pregonaban el paso de las cenizas de la victoriosa Señora
de Andalucía".
En la que antes fue "Capilla
real de los moros", en la Alhambra , estaba la "sepultura llana",
que de acuerdo con lo dispuesto por la fallecida Reina Católica, se encontraba
preparada como simple fosa de murete a base de ladrillos comunes, situados, "delante
del altar mayor del franciscano cenobio". Enseguida se celebró un
novenario de Misas y en él predicaron muchos obispos y arzobispos del Reino "alternando
el altar con el púlpito".
Dicen los cronistas que en estos
cultos se gastaron "más de setenta arrobas de cera virgen". Y allí en la
soledad de las tumbas quedó ya el cadáver de la Reina , tan movido y
zarandeado durante el accidentado y largo viaje-entierro desde la ferial Medina
del Campo hasta la reconquistada Granada, y muy sola quedó hasta que junto a
ella fueron puestos los restos mortales de su regio esposo D. Fernando,
fallecido en 1516, el cual así lo dispuso a pesar de estar casado (por razones
de Estado) con Germana de Foix, porque "el ayuntamiento que tuvieron viviendo
e que nuestras ánimas espero en la Misericordia de Dios que terminan en el cielo lo
tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo".
Ya dijimos anteriormente que "la
primera sepultura llana, siendo el hogar "post mortem" de Dª. Isabel
I, la Católica ,
en 1504, y de su esposo en 1516, fue su lecho en la Capilla Real de los
moros", y todo se fraguó en la mente de la Reina Católica
durante la conquista de Granada y se trasladó a su ejemplar Testamento dictado
en mortuorio ante Gaspar de Grizio, sobre la acera del "portillo o potrillo"
de su ferial Plaza Mayor, consumándose en una " sepultura llana" sita
delante del Altar Mayor del cenobio franciscano en la Alhambra granadina.
Por el toledano, de origen
flamenco, Enrique Egas se construyó la Capilla Real , adosada al muro lateral de la Catedral de Granada; fue
iniciada el 13 de septiembre de 1505, sobre idea y proyecto salido de la Reina Isabel en los
últimos meses de su reinado. En la referida Capilla Real se conserva el cetro,
la diadema y la espada "con que gobernó e impartió justicia", así
como el Misal manuscrito que "perteneció a los Reyes Católicos", y
también "ornamentos sagrados que bordó la misma Reina.
La puerta principal de acceso a
esta Real Capilla lleva un arco semicircular entre dos pilares con un rey de
armas cada uno; sobre dicho arco hay un establecimiento con querubines y un
escudo de los Reyes Católicos en el que, como es lógico, campea el "águila
de San Juan", y sobre el referido establecimiento tres hornacinas y sobre
éstas el remate con pequeños círculos caldos y "las cifras" de Dª.
Isabel y D. Fernando.
Repetimos que el escultor,
Enrique Egeas (1455-1534), español de origen flamenco, es el autor y
constructor de la Capilla
Real , donde se encuentras los sepulcros de los Reyes
Católicos Doña Isabel y Don Fernando, de estilo renacentista.
Ninguno de los sepulcros reales
aquí detallados guardan los restos mortales de los nominados cuatro monarcas,
que se hallan depositados en sencillos ataúdes bajo las bóvedas del humilde
enterramiento, al pie de los cenotafios. El que contiene los restos mortales de
la ínclita reina Isabel la
Católica , fue abierto, no hace muchos meses para revisar como
se encontraban, a fin de incorporar sus resultados al proceso de beatificación
de la Reina Católica
que abrió el Arzobispo de Valladolid, Dr. García Goldáraz, por encontrarse en
su diócesis el lugar en que murió cristianamente Doña Isabel de Trastámara.
Creemos que solo el tiempo y la fuerza de Dios omnipotente puede hacer el
milagro de elevarla a los altares, ya que las fuerzas ultramontanas, con sus
desmesuras y apoyos han desprestigiado su memoria y creado animadversión y
falsas leyendas sobre la reina católica. Para terminar añadiremos que el que
suscribe ha intervenido en este proceso de beatificación de la Reina Católica como
uno de los veinticinco testigos del siglo, y cuya documentación completa, hace
tiempo que se encuentra en Roma.