viernes, 26 de junio de 2020

El Convento de San francisco de Valladolid IV.

El Convento de San Francisco de Valladolid, parte IV:

Capillas del lado de la Epístola, Coro, y nave de Santa Juana.


Virgen de la Piedad, procedente del Cto. de San Francisco, Gregorio Fernández, 1627.

 CAPILLAS DEL LADO DE LA EPÍSTOLA:

Había cinco capillas desde la reja de la Capilla mayor hasta los pies del templo. Todas poseían arcos de medio punto y bóvedas.

1ª.- CAPILLA DE SAN DIEGO:

Su patrón era don Gaspar de Escudero, alcalde de la Real Chancillería de Valladolid. Esta capilla poseía reja y tenía conexión con el Claustro y el púlpito.


San Diego, MNE de San Gregorio, Gregorio Fernández.

Su nombre viene dado por el San Diego de Alcalá, obra de Gregorio Fernández, que actualmente se encuentra en el M.N.E. de Valladolid.

2ª CAPILLA DE LA ENCARNACIÓN o de SANTIAGO:

Propiedad de varias familias, primero Hernán Sánchez, luego de Álvaro de Medina, posteriormente pasó a manos de doña Ana Con, quien finalmente se la dejó a Clemente Formentero, regidor de Valladolid. Éste en 1622  hizo reforma en la entonces capilla de Santiago, se usó piedra de cantería en vez de ladrillo y se siguió la traza levantada por Rodrigo de la cantera.

Tenía reja, hecha en 1632, de 32 balaustres de hierro macizo y grueso, altar en el muro de la izquierda  y en la pared del fondo  puerta que daba al Claustro.

Es de suponer que tras la reforma se cambiase de advocación, porque en 1625 ya se llama de la Encarnación. Tenía un retablo, en el que intervinieron dos Alcaldes de la cofradía de la Piedad; por un lado hubo con un gran cuadro de la Anunciación pintado por Diego Valentín Díaz, de “harto bueno” lo calificó Matías de Sobremonte. Y por otro, porque Tomás de Prado lo doró, como la reja, recibiendo por ello 875 reales.

3ª CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD, (de la Piedad que ahora está en San Martín), anteriormente de SAN BERNARDINO:

En 1590 era propiedad de don Juan de Sevilla y de doña Ana de la Vega y de sus herederos. Posteriormente pasó a manos de Don Francisco de Cárdenas; éste fue quien mandó realizar en 1627 el retablo de la Piedad, de Gregorio Fernández y que ahora se encuentra en la Iglesia parroquial de San Martín.

Esta imagen es ahora la advocación principal de la Muy Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de la Piedad, salió por primera vez en procesión el Viernes Santo de 1927, en la denominada de la Caridad. Gracias a la devoción popular y el amor que despierta entre las gentes de Valladolid, será coronada canónicamente en el año 2027, a los 100 años de su primera salida procesional y a los 400 de su hechura.

También poseía un retablo dedicado a la Asunción, del año 1671

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(Virgen de la Piedad, anteriormente de la Soledad, Cto de San Francisco, 1627, Gregorio Fernández, hoy en la Iglesia de San Martín)

4ª CAPILLA DEL SANTO CRISTO, anteriormente de SAN ANDRÉS:

Era la capilla que el feligrés de entonces veía de frente nada más acceder al templo, en un principio perteneció al convento, pero al estar muy mal cuidada se vendió en 1576 a su bienhechor, que fue un tal doctor Santamaría, médico  y clérigo, quien la reparó y adecentó convenientemente. La dotó de dos puertas, una que daba acceso a la Iglesia y otra al Claustro.


Tríptico de nogal, MNE de San Gregorio, Valladolid.

Poseyó un retablo, que bien pudiera ser el que ahora se conserva en el M.N.E. Es decir el tríptico en madera de nogal, con figuras pequeñas de la pasión y muerte de Cristo; aunque Rafael Floranes no se refería a esta obra, sino a  un retablo con un crucificado de “efigie grande y antigua”. También tuvo reja.

5ª CAPILLA DE LA ENCARNACIÓN, segunda con esta advocación, antes de SAN PEDRO:

Propiedad de Ana de Frómista, pues en 1571 el matrimonio de Antonio de Frómista y Juana de la Vega otorgaron su testamento, donde dejaban dicho que se les enterrase y pusieran su escudo de armas; también dispuso de ella  la cofradía de la Misericordia.

Era muy oscura, sin apenas iluminación pues estaba debajo del coro, y se cerraba con reja de madera, que fue dorada y pintada por un tal Enrique Manuel.

CORO:

Hacia 1505-1510 los franciscanos decidieron edificar un coro en alto a los pies de la Iglesia, para dejar de usar el que se encontraba en el presbiterio.

En 1622 se debió repara por problemas de sujeción, trabajó en ello el cantero Pedro de laVega, pues reclamaba ciertos dineros por “los pilares del coro”.

Sillería del Coro en el MNE de Escultura, fotos web Museo Nacional de Escultura

Tuvo una primera sillería  de 84 sitiales que realizaron dos hermanos entalladores, pero sería sustituida en 1735 por la magnífica sillería, en estilo rococó, realizada por Pedro de Sierra y ensamblada por su hermano el fraile fray Jacinto de Sierra. Actualmente se encuentra en el coro alto de la capilla del colegio de San Gregorio, soberbia obra de arte ampliamente estudiada. 

Fue solicitada por la Iglesia Prioral de las cuatro órdenes militares, de Ciudad Real, pero la Comisión provincial de Monumentos de Valladolid, a instancias de la Real Academia de San Fernando  desaconsejaba dicho traslado, “porque las obras de arte procedentes de Iglesias o monasterios de Valladolid no pueden ser trasladados fuera de ella”.

En 1740 se ubicó una Inmaculada y en 1809, cuando la invasión francesa,  existía una capilla del “Santísimo Cristo del Capítulo”. También se encontraban en él una imagen de un Ecce Homo y una urna con San Francisco de la Parrilla, además de dos órganos.

A continuación dejó la descripción que desde la página web del museo se hace:

Convento de San Francisco (Franciscanos), Valladolid Centro, Valladolid: Iglesia.Coro alto de San Francisco.

"Sobria de traza, la pormenorizada y rica decoración se atiene a los espacios establecidos por la clara estructura cuyas líneas subraya, en una concepción que se ha relacionado con el Plateresco. Forman los respaldos de las sillas altas un relieve principal, vertical, sobre otro horizontal, a modo de banco que lo completa o explica; ambos enmarcados por pilastras y pilastrillas terminadas en forma de ménsula y decoradas con cabezas de angelitos sobre una superficie de formas fluyentes, motivo común en la obra de Pedro de Sierra que le vincula con los Tomé. El relieve principal se concibe como un desnudo espacio de cierre avenerado, donde se yerguen figuras esbeltas, con pequeñas cabezas de rasgos finos y expresivos, características del escultor; las actitudes son elegantes, agitadas unas, confiado el dinamismo en otras al juego de los paños, cuyas superficies excavan amplios pliegues de bordes afilados, bajo los que se diluyen las anatomías, con resultados casi pictóricos. Los relieves pequeños son los únicos con escenas; minuciosos y siempre diversos en soluciones en torno al motivo principal: el nombre del personaje correspondiente. En las sillas bajas, tanto en los tableros rectangulares enmarcados por columnillas, como en los medallones situados sobre ellas, se efigian figuras de medio cuerpo, singularizadas en rostro y actitudes a modo de retratos. La parte más funcional del asiento se decora con motivos geométricos variados en taracea y las misericordias con mascarones de poderosa expresividad. El conjunto remata por entablamentos mixtilíneos sobre los que alternan frontones partidos, pequeñas esculturas exentas y medallones.

La sillería del convento de San Francisco ingresó en 1842 en el Museo, entonces instalado en el Palacio de Santa Cruz; la falta de un espacio adecuado no permitió conservarla montada: las sillas bajas y los asientos de las altas se colocaron en la galería cerrada del patio, y el resto de sus componentes se distribuyó por distintas salas y almacenes. Ya en los años veinte se restauraron y expusieron veintidós sillas altas, primer paso en su reconstrucción. Pero será en 1933, contando con el ámbito del coro alto de la capilla del Colegio de San Gregorio, cuando C. Candeira procede a ensamblarla de nuevo en su mayor parte; la necesidad de adaptarse al espacio disponible, mostrando el máximo de elementos, determinó la composición más que la coherencia tipológica e iconográfica.
Recuperaba así también una ubicación similar a la original pues, a comienzos del siglo XVI, el coro del convento franciscano, que había estado en medio de la nave, se trasladó a los pies sobre una tribuna. La "costeó y mandó hacer el reverendísimo P. Fr. Juan de Soto, ministro general de toda la orden [1729-1736] e hijo de esta ciudad y convento" (V. Pérez). Aunque se han manejado dos fechas diferentes para su conclusión, una (1742) procede de la puntuación errónea en la trascripción de una nota del manuscrito del Padre Sobremonte; fue el día de San Francisco de 1735 cuando se estrenó, aunque los remates se prolonguen hasta diciembre.


La publicación de 1741 "Sermones y Descripción Histórica del Capítulo General que la Religión Seráfica celebró Valladolid en 4 de junio de 1740", proporciona valiosos datos sobre la que califica de "célebre sillería" y describe en términos elogiosos: "Es su materia de distintas, apreciables y preciosísimas maderas; pero tan bien unidas y proporcionadas para las muchas Tarjetas, Armas, Imágenes y Figuras que forman, que excediendo a la mas delicada filigrana, causan sus diversos vivos colores agradable recreo... Compónese la una vanda de quarenta y ocho Sillas altas y baxas; y la otra, que está al lado del Órgano mayor, de quarenta y cuatro". Fue ciertamente obra de gran empeño, responsabilidad de dos de los hermanos Sierra, al frente de numerosos oficiales: Pedro, autor de la escultura, y Jacinto, ya religioso franciscano, al que hay que suponer las tareas de supervisión y ensamblaje, así como una posible participación en el diseño, dada la similitud de algunas soluciones con su obra retablística posterior.


El amplio programa iconográfico, desplegado según un esquema jerárquico de orden ascendente, está destinado a la exaltación de la Orden franciscana; su lectura inequívoca se garantiza mediante una clara rotulación en blanco. En las sillas bajas van "todos los ministros generales de nuestro Seráfico Instituto, empezando por la de la mano derecha la de nuestro Seráfico Padre San Francisco, y concluyendo en la izquierda con la de nuestro Padre Reverendissimo Fray Juan de Soto", con su nombre y número de orden; sumados los primeros vicarios generales llegan a 86, lo que justifica la presencia de los medallones. En las sillas altas están las figuras del "... Apostolado, á quien inmediatamente siguen, cercando todo el Coro, las de los Doctores de la iglesia, las de los Sagrados Patriarcas de las religiones y la de los Santos y Santas de nuestra Orden Seráfica, todos con sus particulares, y propias Insignias y divisas" junto con otros de especial significación como el Bautista, San José, evangelistas, o protomártires. La amplia nómina de santos, beatos, mártires, y personajes notables (papas, cardenales, etc.) pertenecientes a la órden franciscana se continúa en las esculturas exentas y medallones, mientras que en la cornisa figuran los nombres de sus teólogos más célebres. En los grandes tondos del remate, arcángeles y virtudes, añadiéndose a las teologales y cardinales, por simetría compositiva, una octava: la mansedumbre, atribuida particularmente a San Francisco de Asís.


Finalmente "... en el frontispicio del Coro dividiendo las dos primeras sillas altas... una Imagen primorosísima de María Santísima en el Misterio de su Concepción Inmaculada", misterio en cuya defensa se significaron los franciscanos. Debe ser la que cita Ventura Pérez en la descripción de la solemne procesión celebrada durante el citado Capítulo General de 1740: "Y la última iba la Purísima Concepción, la que tienen en el coro". Esta imagen se identificó tardíamente en los fondos del Museo (Arias y Luna, 1995) con una talla de la Inmaculada que estuvo depositada desde 1881 hasta 1989 en la Asociación de Hijas de María (Valladolid). Su inicial atribución a Narciso Tomé, fue pronto desestimada a favor de Pedro de Sierra; Martín González ya señaló las patentes relaciones con las figuras de la sillería en la pequeña y delicada cabeza, las manos de largos dedos y el tratamiento de los paños; el manto en torno a los brazos adquiere gran volumen, adelgazándose la escultura en la parte inferior, lo que le da ligereza; es una magnífica muestra del rococó.


El arte de Pedro de Sierra alcanza en este conjunto uno de sus más brillantes momentos; en su abundante escultura, excelentemente trabajada, y en los pequeños relieves preciosistas hay una "prodigiosa recreación de formas" (Wattenberg), un alarde de inventiva en tipos, actitudes, esquemas, motivos y detalles, para los que cabe suponer el recurso a repertorios de estampas. Sin duda esta sillería se encuentra entre las obras más excelentes del barroco castellano.

http://ceres.mcu.es/pages/ResultSearch?Museo=MNEV&txtSimpleSearch=Siller%EDa%20de%20San%20Francisco&simpleSearch=0&hipertextSearch=1&search=simple&MuseumsSearch=MNEV|&MuseumsRolSearch=15&

LA NAVE DE SANTA JUANA, ANTERIORMENTE DE SAN DIEGO:

Al final de la Iglesia, en su muro y a los pies, se abría una puerta que daba a la Nave de Santa Juana; era perpendicular a la nave principal del templo. También tenía acceso al claustro y por ella se llegaba la portería que daba a la Plaza Mayor de Valladolid. Poseía altar principal y ocho capillas.


Cuatro al lado del Evangelio: San Diego, San Miguel, Santa Ana (estas dos últimas pertenecían al cuerpo de la Iglesia) y del Santo Cristo.

Y otra cuatro en el lado de la Epístola: San Cosme y San Damián, Nuestra Señora la Blanca, San Juan Bautista y la de Nuestra Señora.

a) Capilla de San Miguel:

Poseía dos rejas, una daba a la nave de Santa Juana y la otra a la Iglesia. Y que la separaba de la capilla de Santa Ana. Su propietario fue Alonso de Vitoria y de su mujer Ana López de Corcuera, que en 1594 la adquirieron para su entierro, pagando para ello 2.100 reales, según Diego de Praves y Juan de Nates.

b) Capilla de Nª Sª la Blanca:

Se daba culto a la Virgen de la Blanca, era una imagen de Nuestra Señora sedente, procedente de Pisa, según afirmaba Diego Valentín Díaz.

La capilla fue propiedad primero de Diego Pérez, después de la familia Torquemada y finalmente de Lucas de Bárcena, del Santo Oficio, y de su mujer Isabel Romera.

Esta capilla tenía bóveda de crucería, y una magnífica reja fechada en 1602, rematada con una cruz, con crucifijo de bronce y dos escudos laterales.

CAPILLA DE LOS AJUSTICIADOS:

Aquí realizaba la obra de Caridad la Cofradía de la Pasión, "hagan bien por hacer el bien por el alma de este hombre que van a ajusticiar",  bajo el patronazgo de San Juan Bautista,  así que regentaban esta capilla contigua al patio.

Y es que en el patio que daba a la portada principal y a la Iglesia conventual, hacia la derecha según se entraba, estaban sepultados los huesos de los ajusticiados que morían en los caminos, luego posteriormente se hizo esta capilla llamada obviamente así.

Tenía nichos con puertas de celosías y un altar con un Cristo en la cruz y a su lado San Juan y Nuestra Señora, en el suelo las losas de piedra donde se enterraba a los ajusticiados. El obispo D. Juan Vigil de Quiñones concedió indulgencias a quienes rezasen por sus almas.

En 1703 se debió reformar y adecentar por José Gómez al precio de 1.000 reales.


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