viernes, 20 de abril de 2012

Cuando los cofrades eran disciplinantes

Disciplinates en una procesión de Semana Santa (Goya)
Las cofradías, con sus imágenes, pasos y penitentes han evolucionado de forma que, por ejemplo, en este último caso hoy nos sorprenderían mucho. Se trata de los antiguos disciplinantes que iban en las procesiones a la que acudían también los hermanos de luz, que en el caso de Valladolid, llevaban túnicas distintas (blancas-hermanos de sangre o negras-hermanos de luz) para distinguirse unos de otros

Las cofradías llevaban dentro de sus plantas procesionales a los hermanos de luz y a los disciplinantes o hermanos de sangre. Estos cofrades acompañaban en Valladolid a las 5 hermandades antiguas los días de Jueves y Viernes Santo, que era cuando sólo se efectuaban la estaciones de penitencia en la Santa Iglesia Catedral.


En 1604 se hablaba  de los disciplinantes y se señalaba que como es "costumbre universal de la Iglesia Católica, santísimamente están introducidas, y permitidas las cofradías de disciplinantes que se hacen en la Semana Santa". Las cofradías, pues, estaban "favorecidas con especiales gracias, e indulgencias, como cosa con que se nos trae a la memoria la muerte, y pasión que por nuestra salvación padeció el Hijo de Dios, que en aquellos días celebra la Iglesia Católica, i con que se hace penitencia, i procura de satisfacer parte de la pena que por las culpas, i pecados que entre año contra la divina majestad se han cometido".
Se pedía que las procesiones que se hicieran, salieran para hacer penitencia de sus pecados, "vayan en ellas con mucha devoción, silencio i compostura", con el que se pueda ver el arrepentimiento de sus pecados y "no pierdan por alguna vanidad, o demostración exterior, el premio eterno que por ello se les dará".


Los disciplinantes recorrían las calles  "totalmente desnudo de medio cuerpo arriba con algunas vueltas de soga a la cintura, derraman su sangre asotándose por medio de las procesiones". Estos disciplinates: "salen con túnicas y cubiertos los rostros con caperuz llevando cruces".
Los penitentes se azotaban en las calles y plazas, así como en las iglesias. "Igualmente otros que se van a los templos, derraman su sangre asotándose por medio de las procesiones sin advertir y quizás advirtiendo que manchan las ropas de los concurrentes de uno y otro sexo" . Otros iban "empalados con maderos, espadas" .
Como consecuencia "del mucho desorden que se ve en esta villa en los sagrados días de Jueves y Viernes Santo en los que salen por sus calles varias devotas procesiones", señala el Auto de 1776. Se manda "que ninguno vaya en las procesiones, ni ande por las calles haciendo penitencia desnudo de cintura arriba; que los penitentes de sangre vayan delante de las referidas procesiones y si quieren venir a hacer oración ante las sagradas imágenes vengan con el azote parado de modo que nunca se verifique darse con él, que dada las diez de cada una de las dos referidas noches no ande persona alguna en traje de penitencia". La pena por no cumplir esta orden era "de veinte ducados, diez días de cárcel y de proceder según corresponda en justicia". Indicando que estas prácticas se separaban "del orden debido y perturba su devoción", al mismo tiempo "que asustan a el sexo femenino y le abstraen de la oración y visita de los templos".

Carlos III publicaría la Real Orden de 20 de Febrero de 1777 a consecuencia de la situación existente en todo el país. En ella se indica que "no permitan chancillerías ni audiencias del reino, disciplinantes, empalados ni otros espectáculos semejantes que no sirven de edificación y pueden servir en la indecencia y el desorden de las procesiones de Semana Santa... debiendo los que tuvieran verdadero espíritu de compunción y penitencia elegir otras más racionales, secretas y menos expuestas".


Indicaciones que no debieron tener un efecto inminente, ya que la disciplina en los hermanos de sangre se aferraba a la tradición, así fueron promulgados varios autos de buen gobierno en fecha posterior a 1777. En 1791 ya no se habla de disciplinantes, con lo que se supone que desaparecieron totalmente, aunque se sigue con la prohibición de la venta de licores y comestibles aduciendo el ayuno que mandan estos días santos.


Las "túnicas, como así se le llamaba al traje del penitente en siglos pasados, o el hábito cofrade como se le conoce en la actualidad, ha tenido una evolución marcada con los tiempos y modos de una sociedad en continua transformación. La túnica era el ropaje con el que el penitente cubre sus pecados, de esta forma se presentaba en demanda del perdón, en una constante humillación, no ya por la penitencia en sí que podrán realizar como disciplinante, sino por el hecho de ir vestidos con una ropa humilde de tejidos bastos. Los disciplinantes llevaban el torso descubierto para sufrir el castigo con unos azotes con los que se fustigaban hasta producirse heridas sangrientas. Los penitentes salían "con túnicas y cubiertos los rostros con capuces o capirotes"  y "que las túnicas sean decentes y no andrajosas ni ridículas ni demasiadamente largas" . Las túnicas iban amarradas a la cintura con varias vueltas de soga, que sin lugar a dudas era otra forma de padecer con el dolor los pecados en los que buscaba el perdón. Una soga que hoy ha evolucionado a los cíngulos. Además los caperuces o capuchas, hoy evolucionadas al actual capuchón, era y es una oportunidad para el anonimato y tiene un origen de humillación, son los mismos que utilizaba la Santa Inquisición. En Valladolid los capirotes no se dieron hasta comienzos del Siglo XX,antaño su forma era igual que los que se siguen usando en Medina de Rioseco. En Valladolid, la Cofradía de la Piedad fue la primera en adoptar un hábito penitencial, tal como los conocemos hoy en día.

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