jueves, 14 de abril de 2011

LA COFRADÍA DE LA PIEDAD y LA SEMANA SANTA DE VALLADOLID: UNA EXPERIENCIA DESDE NUEVO MEXICO (U.S.A)





LA COFRADÍA DE LA PIEDAD y LA SEMANA SANTA DE VALLADOLID: UNA EXPERIENCIA DESDE NUEVO MEXICO (U.S.A), Por Gabriel Meléndez.


Don Gabriel Meléndez es Catedrático y profesor de Antopología en la Universidad de Nuevo Mexico, en Alburquerque, USA.

Su trabajo y vocación está orientada en el estudio de las tradiciones nuevomexicanas e hispanas de esas tierras. Su docencia e interes de investigación se superponen a través de tres conceptos estadounidenses:

Estudio de la zona Suroeste de USA, de su Cultura, y de la clase, la raza y el origen étnico.


Ha obtenido una beca Rockefeller de Humanidades y varias becas de investigación incluyendo otros premios de la Fundación de Nuevo México para las Humanidades, Centro de Estudios Regionales (UNM) y la recuperación de los EE.UU. Hispanic Literary Heritage Project (Universidad de Houston).


En Octubre de 2008 asistió y participó en Valladolid en el primer Congreso de Religiosidad Popular: La Semana Santa, con un interesante artículo sobre esta tradición en Nuevo Mexico y sobre la Cofradía de Jesús Nazareno de esta tierra, con clara tradición hispana.


En 2009 estuvo conociendo nuestra Semana Santa y participó en nuestra procesión de la Piedad del Miércoles Santo.

Ha querido transmitirnos su experiencia y desde USA, Nuevo Mexico, nos envía esta pequeña reflexión en estos días previos a la Semana Santa de 2011.

Gracias Gabriel, porque a parte de todo esto ya nos une contigo una profunda amistad.

"Es increíble pensar que vamos para dos años desde que visité Valladolid durante la Semana Santa de 2009. A medida que atravesamos esta cuaresma y nos aproximamos a la Semana Santa 2011, vuelvo a revivir un sin número de gratos y alentadores momentos compartidos con los vallisoletanos, --tanto con quienes entablé amistad y otros más con quienes compartí la colectividad de la ciudad --.

Por fortuna, tomé bastantes fotos y logré conseguir algunas buenas grabaciones que marcan los sonidos y compases de las procesiones de la ciudad. Con ellas refresco la mirada y escucho de nuevo conversaciones y cantos. Es por estos sentimientos y emociones que vengo a escribir estas breves reflexiones que aquí voy formando. No concibo lugar en que estos actos de referencia caigan en la banalidad de la nostalgia, aunque, como es de suponer, añoro los momentos vividos en Valladolid y sin embargo cuento como hecho seguro que al repasar fotos y grabaciones lo que voy percibiendo no es el pasado sino más bien el futuro.


Pues me afianzo en el hecho de que dentro de unas cuantas semanas aflorarán de nuevo y con igual intensidad escenas como las que presencié hace dos años. Me alegra, a la vez que me refortalece, la idea de que la Semana Santa sea siempre futuro, pues, como alguna vez he comentado, por razones históricas ha habido momentos en que las tradiciones nuevomexicanas de Semana Santa parecían extinguirse y hasta tal punto que para mucha gente estas tradiciones eran dignas de añoranza y nada más, hechos lejos y fuera de un marco de esperanza y anticipación.


Aunque en una escala diminutiva, más rural, y menos englobada, hoy en día aquí también podemos volver a pensar en la Semana Santa como futuro y no como algo relegado al olvido. A Valladolid llegué temprano, precisamente el Domingo de Ramos ya por la tarde. Pasé unas horas de desconcierto, viéndome como un forastero más, mentalmente midiendo lo que podría ser una Semana Santa Vallisoletana.

El Lunes Santo a eso de mediodía empezaron a moverse grupos de personas, cofrades supuse, que se ocupaban de armar el paso de los dos Ladrones (San Dimas y Gestas) en la Iglesia de Santiago Apóstol, a unos pasos de mi hotel.


Después por la tarde, de Santiago, salió una cofradía que yo no supe identificar, que caminaba en procesión rumbo a la Plaza de Martí Monsó. Fue cuando empezaron a registrarse en mi los sonidos de una Semana Santa Vallisoletana: ordenanzas pronunciadas en voz alta, estridencias de trompeta y clarín, tambores y baterías marcando un compás medido y sobrio, luego y más llamativo por su parquedad, las pisadas de los cofrades mismos atravesando lagunas de silencio que ellos mismos iban creando. Esta inicial y pequeña procesión me provocó un valiosísimo encuentro, pues a medida que la fui siguiendo empecé a apreciar el efecto que iba creando a su alrededor.


Iba, pues en contracorriente al movimiento cotidiano y ordinario de la muchedumbre que andaba de compras, de prisa y con negocio, envuelto, en fin, en las rutinas propias de una ciudad moderna y aglomerada. Más como vine a entender, esta procesión iba abriendo una brecha, dejando una estela de orden y sobriedad donde minutos antes había reinado el desorden y la bulla callejera.


Esto sigue siendo un reconocimiento importante para mí, pues confirma la enorme potencia que estos actos tienen para apaciguar nuestras vidas agitadas como las grandes urbes que habitamos. Después, se me concedió mi deseo de conocer la Semana Santa ya no como un turista sino como un partícipe más y esto a la altura de verme en contacto contigo, con Angel y con el Dr. José Luis Alonso Ponga. Angel me enseñó, entrando por las sacristías, las magníficas iglesias junto con sus cofradías. Con debida razones, Angel no dejó de elogiar la iglesia y la Cofradía de la Vera Cruz, sitio donde no sé si comenzamos o terminamos la gira de templos.


Estaré siempre en deuda con José Luis Alonso Ponga, ya que me ha abierto los horizontes en todas las direcciones al compartir conmigo su amplio conocimiento de las múltiples dimensiones de la Semana Santa de Castilla y León. Más fue por tí y tu familia que recogí momentos sumamente impresionantes a corta distancia de los hechos.


Gracias a tu intervención pude participar directamente en la procesión de la Piedad que partió de la Iglesia Conventual de las Descalzas Reales a las doce de la noche el Miércoles Santo. Tres cosas en particular me llamaron la atención de esta procesión: su duración, su extensión y su calidez genuina como acto de devoción. Nunca me hubiera propuesto imaginar que conllevaría procesionar como miembro del pueblo fiel a lo largo de casi cuatro horas. Cuando regresamos a la sede de “La Piedad” era ya a alta hora de la madrugada y con un frío notable, pero en compañía de gente, no llena de cansancio sino visiblemente animada y con ganas de permanecer hasta la última despedida del paso.


El recorrido de la procesión me puso ante una variedad enorme de personas y cofrades, cosa que nunca hubiera podido ver desde otro ángulo. No es de menos decir que la perspectiva que me aportó la procesión fue de lo más reveladora. Pues me permitió apreciar como la Semana Santa involucra todo una gama de vallisoletanos. Pude apreciar algo del arreglo social, de los lugares donde viven y respiran los vallisoletanos y en las que se funde su identidad.

Precisamente en la Plaza de las Batallas viví un encuentro maravilloso --tal vez el mayor que presencié aquellos días—cuando los residentes de este barrio clase-media trabajadora concurrieron en masa a la plaza para recibir a la Virgen de la Piedad.


El leve rocío de aquella madrugada se empezaba a percibir, más yo como reza un ofrecimiento nuevomexicano me hallaba “Hirviendo de puro amor, pero temblando de frío,” justo al oir el canto de una Salve en boca de la multitud presente. Mas tarde vine a saber que se trataba de una Salve Popular según lo anota María José Valles del Pozo en su aportación a las actas del Congreso de la Reliogisidad Popular Latinoamericana del 2008. Como lo señala Valles del Pozo, “La presencia de la Salve excede el ámbito de la interpretación vocal y colectiva.” Si por esto se llega a decir que da lugar a que el corazón del pueblo se abre ante un gran misterio divino y humano, pues, me anoto como testigo de ello.


El Viernes Santo amaneció lloviendo y no dejó de llover hasta que la noche apuntaba al Sábado de Gloria. No llegué a presenciar la Procesión General, espectáculo que todos me encargaron como punto culminante de la Semana Santa en Valladolid. A despecho de este hecho, sin embargo me siento afortunado de haber presenciado otros momentos más íntimos y desde adentro, desde ayer, de ahora y siempre, y para los siglos. Saludos desde Nuevo México, otra tierra muy semanasantera.

Gabriel Meléndez 31 de marzo, 2011".

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