viernes, 15 de octubre de 2010

SAN PEDRO y SAN PABLO


Dos esculturas que formaron parte del altar mayor de la Iglesia de San Antón, y que actualmente están recogidas en el Museo Colegio de San Gregorio (antiguo M.N.E.).
Realizadas por DIEGO RODRÍGUEZ, en el año 1553 y en madera policromada.

En 1553 Doña Ana de Taxis, como titular del patronato de la capilla mayor en la iglesia vallisoletana del Hospital de San Antón, firmaba un contrato con los escultores Diego Rodríguez y Leonardo de Carrión, vecinos de Medina del Campo, por el que se comprometían a ensamblar y tallar un retablo con destino a este lugar. Las condiciones estipulaban un reparto en las tareas de ambos artífices quienes, siguiendo una costumbre frecuente, trabajaban en compañía. Medina del Campo era el lugar donde tenía su casa solariega Doña Ana de Taxis, viuda de Alonso de Quintanilla, y está sería la razón de formalizar el encargo con dos escultores que, en esa época, trabajaban allí en diferentes proyectos.

La documentación correspondiente a la policromía y pintura del conjunto, abordada en 1559 por Jerónimo Vázquez y Gaspar de Palencia, revela cómo se resolvía el conjunto y cual era el aspecto final que ofrecía en la desaparecida iglesia. El retablo, conservado en su mayor en el Museo Nacional de Escultura, se organizaba con una estructura compuesta por banco, tres calles, dos cuerpos y ático, combinando escultura y pintura.

Una de las cláusulas del mencionado contrato indicaba como «yo el dho diego rrodriguez escultor tengo de ser obligado de hazer ...dos figuras grandes que vienen encima de los rresaltos de las colunas grandes...». La identidad de las figuras quedaba aclarada al contratarse la policromía de las dos «figuras que son san pedro y san pablo que estan por remate del dho retablo», que los pintores se obligaban a «dorar y platear las ropas y sayos como convenga a cada una e pies e manos e rostro encarnado al olio». Las dos esculturas coronando los laterales del retablo, forman una pareja de evidente simbología en la doctrina evangélica, concebidas con una notable elegancia y verticalidad.

Las piezas se abordan con estaturas armónicas, muy bien proporcionadas, acentuadas pensando en su ubicación original en lo más alto del retablo, con una caracterización a partir de moldes tradicionales y sosteniendo el libro sagrado.

San Pedro se presenta como figura de mayor edad, calvo y con barba corta, sereno en su actitud. San Pablo, más joven, sin calvicie y con barba larga, ofrece una mayor tensión en un distinguido contrapposto. El brazo derecho cruza el cuerpo para sujetar el libro de un modo un tanto forzado pero más dinámico, como sucede con su pierna derecha, incorporando el atributo de la espada con la que sufrió martirio. El cierre equilibrado de ambas figuras está pensado para ocupar un espacio fijado: el brazo derecho en el caso de Pedro y el izquierdo en el de Pablo recogen el manto y establecen un límite lateral en la composición. Una vez más se comprueba que el escultor está asimilando las enseñanzas berruguetescas, aunque camine hacia una dulcificación de las formas en las que se atenúa la expresividad desgarrada del maestro, un camino que terminará por confluir con lo que estaba aportando Juan de Juni, y después el romanismo, al mundo de la plástica hispana.

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