miércoles, 6 de junio de 2012

El Venerable mercedario Fray Gonzalo Díaz



Cuadro Mercedario

UN ARTE AL SERVICIO DE LA SANTIFICACIÓN
El retrato del Venerable Fray Gonzalo Díaz (┼ 1618)

EL VALLADOLID DEL AYER
Me considero un soñador de ayeres, a menudo sueño con ese Valladolid del ayer cuando su amurallado trazado urbano, repleto en sus calles de monasterios, conventos, iglesias de alzadas torres… de nobles fachadas palaciegas o de distinguidos Colegios Mayores, la hacían merecedora de ser llamada “La Florencia de Castilla”. Lástima que todo este ingente patrimonio histórico-artístico vallisoletano haya sido injustamente tratado por la historia. En diversos momentos adversos, que están en la mente de todos, las señas de identidad de la ciudad se vieron sometidas a una nefasta y generalizada destrucción masiva. En el caso de los conventos, unos, en el mejor de los casos, pasaron a ser cuarteles, hospitales o museos; otros corrieron peor suerte, fueron expropiados, expoliados y destruidos. Estos derribos decimonónicos configuraron un nuevo diseño urbano: los ensanches; de este modo, la burguesía emergente logró novedosos trazados en calles y plazas. El derrumbe llegó a afectar a barrios enteros, a construcciones señeras, basten como ejemplo los dos conventos mercedarios desaparecidos. Todas estas circunstancias motivaron que Valladolid alcanzara, en el siglo XX, un desatinado record “guiness”: tras de la ciudad alemana de Dresde, devastada por los bombardeos de la II Guerra Mundial, fue la ciudad europea que sufrió la mayor destrucción de su patrimonio.

FRAY GONZALO DÍAZ:
Con todo, por fortuna no todo está perdido. Desde que llegué a Valladolid he localizado bastantes piezas artísticas que han pertenecido a la Orden de la Merced, en sus dos ramas: calzada y descalza. No hace mucho, “descubrí” en una exposición un retrato que me llamó gratamente la atención. Me estoy refiriendo al lienzo pintado al óleo, titulado “Fray Gonzalo Díaz dando de comer a los pobres” (265 x 205 cm), considerado de autor anónimo y datado hacia 1700. Una leyenda en la franja inferior del lienzo refiere: Retrato del limosnero y venerable Pe F. Gonzalo Díaz Religioso Lego, de cuias informaciones echas para su beatificación, Ante el yllmo Señor D. Bartolomé Lobo Guerrero Arzobispo de Lima, consta entre otros muchos milagros… describe cinco, que comentaremos más adelante y termina diciendo, Murió en las Indias en Santiago de Chile, Año 1618. Pero, ¿quién era en realidad este religioso mercedario llamado Fray Gonzalo? Dos fuentes biográficas nos lo pueden aclarar: Vida del siervo de Dios V.P.Gonzalo Díaz de Amarante, del P. Felipe Colombo, publicada en Madrid en 1678, y una semblanza que le dedicó el insigne historiador Guillermo Vázquez en nuestra revista La Merced, en diciembre de 1932, y recogida posteriormente en Mercedarios Ilustres, Madrid 1966. Este venerable mercedario nació en Portugal, concretamente en Barral de Campos, en la diócesis de Oporto, a una legua de Amarante. De espíritu aventurero, viajó hasta Cádiz donde se hizo marinero en los galeones de Castilla, navegando muchos años en la carrera de las Indias. En el navío ejerció el oficio de sacristán al tiempo que sobresalía por su caridad y ayuda para con todos. En un primer naufragio fue socorrido por los mercedarios de Santo Domingo; en un segundo, arrojado a las costas de Veragua, tras un tiempo vagando de un lugar para otro, determinó ingresar en el convento de la Merced del Callao, puerto principal de entrada al Perú. Tomó el hábito como lego en Lima, el 16 de octubre de 1603. Profesó el 18 de octubre de 1604. Primero le dedicaron a la agricultura, distinguiéndose por el buen trato que dispensaba a los esclavos negros. En 1605 le encargaron la portería del convento. Desde ella socorría a los necesitados desplegando una gran actividad como limosnero con los pobres y enfermos. En Lima trabó amistad con un paisano suyo, Antonio Correa, un portugués judío converso que años más tarde ingresaría como mercedario descalzo en España, concretamente en Osuna, Sevilla, tomando el nombre de Fray Antonio de San Pedro y muriendo también con gran fama de santidad. En 1607 fue destinado a Callao, pero nunca perdió su contacto con Lima. En aquella ciudad fundó la cofradía de la Merced y vivió muy humildemente, siendo inmensamente estimado por sus contemporáneos y realizando gran cantidad de prodigios y milagros. Murió el sábado 27 de enero de 1618, en el convento del Callao, y no en Chile como figura en este cuadro. Dada su fama, varios maestros pintores limeños sacaron diversos retratos a su cadáver. Después del terremoto de 1746 su cuerpo reposa en la Merced de Lima.

EL CUADRO EN EL MUSEO DE SAN GREGORIO:
La pintura que venimos comentando perteneció al antiguo Convento de la Merced Calzada de Valladolid, y hoy se custodia en los fondos del Museo Nacional de Escultura de esta ciudad castellana. Sin duda, su realización está íntimamente unida a la apertura del proceso de beatificación y canonización de Fray Gonzalo. Es un arte puesto al servicio de la santificación y glorificación del mercedario portugués. A los tres años de su muerte ya estaba concluido el proceso ordinario para la canonización, y el arzobispo Bartolomé Lobo colocó su cuerpo en un altar. Pero los decretos de Urbano VIII obligaron a ocultarlo nuevamente. El lienzo es, desde el punto de vista iconográfico, una muestra de la santidad de vida del mercedario, de su entrega a los demás realizando una de las obras de misericordia: dar del comer al hambriento. En el plano inferior o terrenal aparece Fray Gonzalo a la derecha de la Virgen, a la izquierda del espectador, postrado de hinojos y revestido con el hábito de la Merced, incluyendo la magna capa, apenas se atisba el escudo mercedario en el pecho. El fraile limosnero ofrece los panes, que recibe de María, al grupo de menesterosos que acuden ante él. Destacan las figuras más cercanas, por la claridad de sus vestimentas y por la movilidad de sus gestos, que dan vitalidad y credibilidad al conjunto. En el plano superior o celestial, la protagonista máxima es la Virgen de los Ángeles, sedente sobre una nube y coronada de estrellas. Su túnica roja indica su humanidad y su manto azul la muestra revestida de divinidad. Ella se preocupa con amor de Madre para que a sus hijos no les falte el sustento. A su lado un par de ángeles hacen de intermediarios entre cielo y tierra, de mediadores en la donación de los panes, un símbolo plenamente eucarístico, alimento que perdura hasta la vida eterna. Remata la composición una serie de cinco cartelas, a modo de viñetas de cómic. En ellas se muestran, de manera plástica, cinco escenas que se corresponden con los cinco milagros citados en la leyenda inferior del cuadro. Visionados de izquierda a derecha, de arriba a bajo, para finalizar en el del centro. Uno: haberse hallado a un tiempo en diferentes partes por socorrer necesidades muy graves. Dos: haber apagado un fuego de mil quintales de braza. Tres: haber penetrado las paredes por impedir una muerte violenta. Cuatro: haber sanado los enfermos que visitaban su sepulcro. Y cinco: ser el común sustento de los pobres alcanzándolo de mano de Nuestra Señora de los Ángeles.

Estamos ante un lienzo que muestra un tipo de santidad muy de acorde con el modelo que auspició el Concilio de Trento. Expresión palpable de la mentalidad del barroco y de la Contrarreforma, de una época marcada por una religiosidad extremadamente fuerte, donde la creencia en los milagros y en las supersticiones era muy frecuente. Un arte plenamente propagandístico y devocional, doctrinal y catequético, puesto al servicio de una pretendida exaltación de la Merced, Orden que tuvo un gran protagonismo en la colonización y evangelización del Nuevo Mundo, pretensión lograda mediante el enaltecimiento de la santidad de vida de uno de sus religiosos, de Fray Gonzalo Díaz de Amarante.

Fray Mario Alonso Aguado (O. de la Merced, Valladolid)

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