“Los que lo habían arrestado lo condujeron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían concentrado los letrados y los senadores” (Mt 26,57)
Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que lo habían arrestado lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los letrados y los senadores. Pedro le fue siguiendo a distancia hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué acababa aquello.
Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un testimonio falso contra Jesús que permitiera condenarlo a muerte. Y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron.
Finalmente se presentaron dos alegando: ---Éste ha dicho: Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.
El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: ---¿No respondes a lo que éstos declaran contra ti?
Pero Jesús seguía callado.
El sumo sacerdote le dijo: ---Por el Dios vivo te conjuro para que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.
Jesús le respondió: ---Tú lo has dicho. Y os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo: ---¡Ha blasfemado! ¿Qué falta nos hacen los testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Cuál es vuestro veredicto? Respondieron: ---Reo de muerte.
Entonces le escupieron al rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban diciendo: ---Mesías, adivina quién te ha pegado. Pedro estaba sentado fuera, en el patio. Se le acercó una criada y le dijo: ---Tú también estabas con Jesús el Galileo. Él lo negó delante de todos: ---No sé lo que dices. Salió al portal, lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí: ---Éste estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó jurando que no conocía a aquel hombre. Al poco tiempo se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: ---Realmente tú eres uno de ellos, el acento te delata. Entonces empezó a echarse maldiciones y a jurar que no lo conocía. Al punto cantó un gallo y Pedro recordó lo que había dicho Jesús: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente.
El lugar de la hipocresía, de la ceguera, de la tradición impuesta, de la incapacidad para imaginar alternativas. El lugar donde se quiere encorsetar a Dios en un libro, una ley o una historia… sin comprender que Dios desborda lo que percibimos… que es humano irlo descubriendo. Que el Abbá misericordioso es mucho más hondo que el juez de la ley. El lugar de los problemas imaginarios frente a los reales.
Ese Sanedrín que no te comprende, que te percibe como un hereje, como un blasfemo por tomar el nombre de Dios en vano, me recuerda tantos momentos en que en nuestra vida, en nuestras sociedades, y a veces, tristemente, en nuestra Iglesia, nos comportamos así… juzgando y prejuzgando. Instalados en unas convicciones que no nos permiten descubrir la gracia. Atados a una tradición que, en lugar de ser inspiración e historia, convertimos en una losa.
Señor, enséñame a vivir con apertura de mente, a ver en lo profundo. A dejarme sorprender. A no instalarme definitivamente en convicciones que me dan seguridad, pero me alejan de mis hermanos. Ayúdame a estar siempre dispuesto a conocerte un poco mejor.
NO PERDAMOS EL TIEMPO
Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas, un niño sin zapatos o un contable tosiendo, un banquete de cáscaras, un concierto de perros, una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes, por vendar corazones y escribir el poema que a todos nos contagie.Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas, inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel, y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia, no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso, gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo debajo de las latas con lo puesto y aullando, y madres que a sus hijos no peinan a diario, y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso; cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina; ser buzo una semana, visitar los asilos, las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos, danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos, que al corazón le llega poca sangre
No hay comentarios:
Publicar un comentario