Escudo de la Merced. (M. Escalona) |
Ayer este blog cumplió su cuarto año de andadura, desde aquí nuestro agradecimiento más sincero a todos los que se asoman a esta pequeña ventana para leer las humildes aportaciones que en él se hacen. Gracias de corazón.
Y coincidiendo con ello nos llega la colaboración, siempre interesante, de nuestra amigo Fray Mario, de la Orden de la Merced.
El año pasado, tanto el 31 de Octubre como el 6 de Noviembre, publicábamos sendos artículos de la presencia histórica de la Merced en Valladolid. Hoy Mario nos aporta uno muy interesante sobre este mismo tema y fundamentalmente sobre el artista Miguel Escalona y su obra en la nueva parroquia de la Merced.
Hemos querido enlazarlos porque todo lo que gire en torno a su historia, (que en parte es la nuestra, la de la Piedad, pues de su tronco nacimos), tiene su punto y seguido.
Enhorabuena Mario y gracias por tus artículos. Artículos que por cierto pueden ser leídos en la revista "Caminos de LIberación".
LA MERCED DE VALLADOLID
El artista Miguel Escalona y sus obras
de cerámica Rakú
Mario
ALONSO AGUADO, O. de la Merced
Académico y Escritor.
Obra de la Parroquia de la Merced (M. Escalona) |
En el año 1979, un 26 de mayo, eran las
seis de la tarde, se inauguraba el nuevo templo y complejo parroquial de
Nuestra Señora de la Merced en el barrio vallisoletano de La Victoria. De ese
modo, los religiosos mercedarios volvían oficialmente a la ciudad castellana.
Entroncaban así con una rica historia que habla de redención y caridad, de
estudios e intelectualidad, de arte y espiritualidad, de vida mercedaria
entregada hasta el culmen. El viejo convento de la Merced de Valladolid, hoy
desaparecido, formaba parte de esas fundaciones leyendarias y míticas que habría
hecho tempranamente San Pedro Nolasco,
aunque la historia más certera refiere que fue fundado algunos años más tarde, en
1291.
El Arzobispo Don José Delicado Baeza consagraba el nuevo altar en el transcurso de
la celebración eucarística de la Dedicación del Templo. La parroquia mercedaria
inaugurada, trazada por los arquitectos Emilio
Tejada Alegre y José María del Fraile Galán, lucía en
su interior y exterior una serie de obras originales del artista Miguel Escalona. Pero ¿quién fue ese
artista? se preguntarán algunos. Miguel
Escalona comenzó a ver la luz en 1945, en Aragón, en el pueblo turolense de
Santa Eulalia del Campo. Aunque nació allí, él se crió, vivió, se formó,
sintió, respiró, amó, creó y fantaseó en Valladolid. La arcilla del campo
castellano era moldeada en sus afanosas manos. Los objetos por él encontrados,
en anticuarios o ferias de coleccionismo, se revelaban y mezclaban hasta formar
una nueva obra, encontrada de nuevo y vuelta a nacer. Ocurrente como pocos,
buscador incansable, innovador insaciable y siempre sorprendente -así lo recuerda y así lo reconoce emocionada,
Teresa de la Fuente, su compañera en
los diez últimos años de su vida- Miguel
reciclaba cuanto encontraba, recuperaba y recreaba espacios con montajes
asombrosos. Tradición e innovación, barroquismo y sencillez se daban cita en su
personalidad arrolladora, singularidad que proyectó y prolongó en toda su obra.
La muerte le sorprendió en abril de 2002.
He aquí algunos hitos de su trayectoria
vital y artística: en 1964 obtuvo el premio de escenografía con la “Maquina de
sumar” de Ernold Racie en Pamplona.
En 1965 funda, junto a Bartolozzi,
Artieda y Häkanson el “Grupo
65”. En ese mismo año viaja a Estocolmo donde se instala durante cuatro años e
investiga el hierro, la cerámica… Realizó grandes obras murales y algunas
esculturas. En 1969 regresa a España, volviendo
a su querida Valladolid, aquí investiga nuevas técnicas y trabaja con el
hierro. De esta época datan algunas de sus esculturas, expuestas tanto en
Valladolid como en El Escorial (Madrid). En 1971 asiste al I Curso Libre de Cerámica
de Sargadelos, depositando ocho piezas en el Museo Internacional de Escultura.
Ese mismo año comienza su pasión, estudio e investigación por el Rakú, técnica
tradicional oriental de elaboración de cerámica. Montó un Taller en El Pinar,
donde pasó de aprendiz a ser un gran maestro. Sintió un placer singular al
manipular la arcilla con ese tratamiento consciente, directo y primitivo, con
ese delicado proceso químico en el que se juega con temperaturas bruscas y
contrastadas. El resultado final es que los esmaltes, con los que han sido
pintadas las piezas, se convierten en metal puro, esto les da esa apariencia vidriada
tan característica. En su Taller realizó innumerables murales, con esta técnica,
para decorar vestíbulos de diversos bloques de viviendas, cafeterías y pubs, museos
de Valladolid, Madrid, Barcelona, Sevilla… y para la Parroquia de la Merced de
Valladolid, como veremos más adelante. En 1989 da un giro a su vida, abandona
la cerámica y se dedica a montajes e instalaciones de técnica mixta. En 1992
expone con notable éxito “La Rebelión de los objetos” e inicia una nueva etapa
en la que su genio creativo construye espacios alternativos: “Roma es Azul”,
“La Salamandra”, “El Desierto Rojo”, “XL”. Algunas exposiciones más, en
Estocolmo, Helsinki, Oslo, París, Londres, México, New York… y otras esculturas
completan su currículum.
Sagrario parroquia de la Merced. Valladolid. (M. Escalona) |
Volviendo a la Parroquia de la Merced de Valladolid nos
encontramos con las obras realizadas por Escalona
en Rakú. En el exterior, el monumental escudo mercedario que llena, junto a
una amalgama de cadenas rotas a modo de cautividades fragmentadas, todo el
frontal de la fachada del templo. En el interior, lo que algunos consideran su
obra maestra: La cruz-sagrario repleta de símbolos eucarísticos, en la puerta
hallamos el crismón, una espiga, un racimo de uvas y un cáliz. La riqueza
iconográfica se reparte también a lo largo y ancho de los brazos de la cruz, en
ellos podemos observar el alfa y la omega, un ancla, unas cruces, unas
estrellas, unas llaves, una lámpara encendida, una granada o unos peces. Junto
al sagrario el candelero de hierro, y flanqueando las paredes del templo las quince
cruces del vía crucis. En la comunidad de religiosos mercedarios se guardan
otras obras de este gran ceramista del Rakú: la maqueta del escudo mural de la
fachada de la Iglesia, un gran pez y un par de palomas. Todas, piezas únicas,
fruto de una compleja alquimia en la que han intervenido los cuatro elementos
(tierra, fuego, agua y aire). Su apariencia última: tonalidades, texturas,
matices y colores fascinantes; nunca repetidos de una pieza a otra, siempre
variados, una amplia gama que va desde los rojos metalizados a los craquelados,
o de los nacarados a los tornasoles.
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