domingo, 13 de diciembre de 2020

La coronación de una Reina.

Aquella mañana invernal, 13 de diciembre de 1474, Segovia se levantaba radiante. Amanecía fría, nevada y hermosa. Desde el Alcázar hacia San Miguel partía la comitiva ya real, pues todo se había preparado esa misma noche.

El Contador Mayor del Reino don Rodrigo de Ulloa y su compañero y  miembro del Consejo Real, don Garci Franco, habían galopado desde Madrid sin parar, apesar de la nevada, para informar a la princesas del fallecimiento de su hermano, el rey Enrique IV. Al parecer aconsejaban a Isabel no tomar decisiones precipitadas.

Pero Isabel no esperó.

Consideraba que era la princesa de Asturias y por tanto heredera, "legítima y universal", al trono de Castilla, por los pactos que se firmaron en Guisando. No quiso espera a su esposo el rey Fernando, ni a albaceas ni mayordomos de palacio.

Y ese 13 de diciembre de 1474 se hace proclamar Reina de Castilla, en el un cadalso en el exterior de la Iglesia de San Miguel de Segovia. Tenía todo estudiado y planificado al detalle, se rodeó de un grupo de personas, en las que tenía confianza plena, cuido la estrategia para ser Reina. Estuvo apoyada en todo momento por Gutierre de Cárdenas y Gonzalo Chacón su  maestro y mentor, al que llamaba "padre".

En el interior de San Miguel estaban reunidos el corregidor de Segovia, Alonso de Avellaneda, también los jueces y los regidores de la ciudad, los representantes "del estado de los caballeros e escuderos", así como los regidores "del estado de los omes buenos", en presencia de los escribanos y testigos.  

El acta de dicha proclamación se conserva en el archivo municipal de Segovia, y que allí lo conservan actualmente como oro en paño, en ella se dice:

Primero, el corregidor de la ciudad tomó juramento a Rodrigo de Ulloa y Garci Franco, los cuales proclamaron la muerte del rey Enrique IV, ambos juraron y dijeron:

"Quel dicho señor rey don Enrrique finó y pasó desta presente vida... que se contaron honce dias deste mes de diciembre, a la media noche poco más o menos, en los alcázares de la villa de Madrid, e que lo sabian porque estoueron presentes quando espiró..."

Luego les preguntó por si había dejado  su voluntad y deseo sobre la sucesión a la corona, y ambos respondieron:

"...Que era notorio que a ellos el dicho señor don Enrique fallesció syn dexar fijo ni fija legítimo heredero que herede estos dichos reynos..."

Después de dejar claro el tema de Enrique, los consejeros de la princesa Isabel, Quintanilla y Alcocer, manifestaron al Concejo segoviano:

"... Por lo qual la dicha señora reyna como su hermana legítima e unyversal heredera e subcedía en estos reynos de Castilla e de León e devía reynar en ellos; e pues aquí en esta cibdad se fallava su alteza, que aquí devía ser segund las leyes destos dichos reynos rescebida y obedescida por reyna y señora dellos..."

"Los dichos correjidor e rejidores, cavalleros e escuderos e oficiales e omes buenos dixeron e respondieron a los dichos Alfonso de Quintanilla e dottor de Alcocer que los dixiesen a la dicha señora reyna que aviendo como han por cierto e notorio quel dicho señor rey don Enrique es pasado desta presente vida sin dexar fijo ni fija lejitimo que herede estos dichos reynos, por lo qual la subcesion dellos pertenece a la dicha señora reina doña Ysabel..."

Acto seguido se celebró un funeral por el rey Enrique, Isabel "vestía brillante ropa de ceremonia, pero cubierta por paños de luto que no dejaban asomar los colores"

Al salir de San Miguel, Isabel se despojó del luto, apareciendo majestuosa y hermosa para la ceremonía de su coronación como reina de Castilla. 

"Estando en la Plaza Mayor desta dicha cibdad la dicha señora reyna en un cadalso de madera ... en el portal de la dicha iglesia contra la dicha plaza asentada en su silla real que estava presente... , ... ante muchos caballeros e nobles destos reynos de Castilla e de León". 

Al parecer Isabel lo tenía todo preparado y bien planeado, hasta Segovia habían llegado regidores de ciudades cercanas y lejanas, nobles y gente de alto rango. Por lo que se desprende que no había nada improvisado.

Allí estaban sus más leales consejeros, entro ellos don Andrés de Cabrera, esposo de su amiga y dama, Beatriz de Bobadilla, y gobernador del Alcázar segoviano.

Ante todos ellos y ante la futura Reina, Juan Díaz de Alcocer se dirigió a Isabel. Le recordó que ella era la legítima heredera por los pactos de Guisando, donde había sido proclamada Princesa de Asturias y luego le pidió que prometiese y jurase guardar y proteger a todos sus súbditos y a sus Reinos de Castilla y León.  

Isabel, tomando unos Santos Evangelios, juró:

"Seré obediente a los mandamientos de la santa iglesia, ... e que miraré pro el bien común de los dichos mys reynos de Castilla e de León de la corona real dellos, e procuraré con todas mis fuerzas aqrecentar los dichos reynos, e que no los dividiré ni enajenaré... e mantendré a mys subditos en justicia como Dios mejor me diese a entender, e no la pervertiré, e guardaré los privillejos e libertades e esenciones que han e tienen los fijosdalgo de los dichos mys reynos e las cibdades e villas e lugares dellos... Sí juro, Amén"

Concluyó la ya reina, Isabel I de Castilla.

Fue aclamada y ovacionada, aquello debió ser realmente algo emocionante y digno de recordar por los siglos y para la historia de España. Todos los allí presentes la rindieron pleitesía, postrados de rodillas, y reconocieron a Isabel como legítima Reina y Señora,  propietaria de estos reinos. Le juraron obediencia y fidelidad, a la vez que reconocían también a Fernando, su esposo, como su Señor y Rey, y pusieron sus castillos y fortalezas a disposición de la corona. Y lo juraron ante Dios y los evangelios.  

"Sí juro. Amén"  Y muchos de ellos besaron la mano de la reina.

Andrés Cabrera, finalmente, puesto de rodillas pues fue leal a Enrique hasta su muerte, le juró fidelidad, como testigos estaban Gonzalo Chacón y Gutierre de Cárdenas. En estos tres hombres, buenos hombres sin duda alguna, fue en los que se apoyó durante todo su reinado, núcleo fundamental y esencial  para la gobernación de Castilla y posteriomente de Aragón.

Al poco se oyó retumbar en toda Segovia:

"Castilla, Castilla, Castilla por la muy alta e muy poderosa princesa, reyna y señora; nuestra señora la reyna doña Ysabel e por el muy alto e muy poderoso príncipe, rey e señor; nuestro señor el rey don Fernando, como su legítimo marido".

Isabel entró en San Miguel, hizo oración ante Cristo en el Altar Mayor, tomó en sus manos el pendón Real de Castilla y se lo ofreció a Dios. Exigió posteriormente a los escribanos una copia del acta de su Coronación como Reina, sellada y firmada.

Día para la historia de España, día para el recuerdo.

Día que no debemos olvidar porque ahí se cimienta la España actual y moderna. Unida e indivisible para el devenir de los tiempos. Muchos historiadores opinan que no es así, pero es obvio que si no se hubiese dado esa unión de lo reinos de Castilla y Aragón, la España del estado moderno actual no existiría.

Aquello terminó en una atronadora ovación, resonaron trompas y timbales y la voz de un pregonero se alzaría en toda Castilla en las semanas siguientes, anunciando la buena nueva.

Y donde se oía, estandartes y pendones se levantaban en sus ciudades y villas.

Castilla ya tiene Reyes: Isabel y Fernando.


Roberto Alonso Gómez.

Valladolid a 13 de diciembre de 2020.

En el 546º aniversario de la proclamación Isabel la Católica como Reina de Castilla.

Bibliografía:

"Isabel la Católica. El enigma de una Reina" Jose María Javierre. Ed Sígueme, Salamanca 2012.

jueves, 26 de noviembre de 2020

26 de Noviembre de 1504 - 26 de Noviembre de 2020

El 26 de Noviembre de 1504 a las 12 del mediodía fallecía, unos dicen que en el Castillo de la Mota otros que en el palacio real testamentario, en Medina del Campos, la ya Sierva de Dios, la Reina Isabel de Castilla.

Hoy por tanto se cumplen 516 años de su fallecimiento. Desde la comisión “Ysabel la Católica”, que lleva su causa de beatificación, se está haciendo un esfuerzo por divulgar su persona y su vida de cristiana ejemplar.

Es por ello que me permito el atrevimiento de dejaros su oración para pedir por su causa. Parece ser que su proceso está a punto de llegar a feliz término. Os pedimos libremente que aquél que quiera pida por su santidad.

Su vida fue ejemplar en todo, por ello hoy 26 de Noviembre de 2020, queremos dejar el testimonio de algunas personas que la conocieron en vida y que dejaron dicho de palabra cómo fue y cómo vivió.

La carta que envía el Rey Fernando a su primo el Condestable de Castilla, el mismo día del fallecimiento de la Reina Isabel, donde refleja perfectamente el amor que sentía por su esposa . Esta carta se encuentra en el Archivo de Simancas (AGS PR Leg. 70, fol 1, c. Registro)

 “EL REY. Condestable, primo. 

Oy día de la fecha desta ha plasydo a nuestro Señor llevar para sy a la serenísima reyna doña Ysabel, mi muy cara e muy amada muger, y aunque su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta vida me podía venir, e por una parte el dolor della por lo que en perderla perdí yo e perdieron todos estos reynos me atraviesa las entrañas, pero, por otra, viendo que ella murió tan santa y católicamente como bivio, de que es de esperar que nuestro Señor la tiene en su gloria que para ella es mejor y más perpetuo reyno que los que acá tenía, pues a nuestro Señor asy le plugo es rasón de conformarnos con su voluntad y darle gracias por todo lo que fase...

 ...E porque la dicha serenísima reyna que santa gloria aya mandó por su testamento que no se truxese por ella xerga, non la tomeys nin trayays nin consyntays que se traya en vuestra tierra e faseldo apregonar en ella porque venga a noticia de todos. Fecha en Medina del Campo a XXVI de noviembre de quinientos e quatro. YO EL REY. Por mandado del Rey administrador e governador, Miguel Péres d’Almazán. Señalada del dotor Angulo e Çapata”

Al igual que esta se enviaron a otros personajes y a todas las ciudades e instituciones. También en otro fondo del mismo archivo está la enviada a la Chancillería de Valladolid en la que el rey añade se proclame como reina a doña Juana. 


 «Murió tan santa y católicamente como vivió» (el Rey Don Fernando); 

«Su vida fue siempre católica y santa» (Cristóbal Colón); 

«Perfecta y llena de toda virtud y bondad» (Fray Hernando de Talavera, prior del Mº de Prado en Valladolid y su confesor); 

«Desaparece una Reina que no ha de tener semejante en grandeza de alma, pureza de corazón, religiosidad, justicia para todos igual, etc.». (Cardenal Cisneros, su último confesor.)

 “Pura en fe, entera en castidad, profunda en consejo, constante en justicia, llena de real clemencia, humildad y gracia” (Rodrigo de Santaella, teólogo y asceta)

 

ORACIÓN.

Dios, Señor y Padre nuestro, que nos has manifestado tu providencia en la elección de tu sierva Isabel como instrumento de tu gloria en la significación cristiana del hombre, en la exaltación de la fe y su extensión al Nuevo Mundo.

Te damos gracias por este don sobrenatural de sus virtudes y de su ejemplo permanente desde las cimas del gobierno de los pueblos para la redención y la salvación de todos.

Te rogamos te dignes perpetuar su intercesión en el cielo para continuar su obra comenzada en la tierra; y para obtener ahora las gracias especiales y favores que por su medio te pedimos, en unión con Cristo nuestro Señor y Mediador, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina y es Dios por los siglos de los siglos. Amen.

martes, 11 de agosto de 2020

A propósito de nuestra primera fecha oficial como Hermandad: 22 de Agosto de 1578

 A propósito de nuestra primera fecha como Hermandad:

Cuando llegan estas fechas, estamos en agosto de 2020, a once días del próximo 22 de agosto, por tanto a punto de celebrar el 442 aniversario de nuestra primera fecha oficial como Hermandad, sigue habiendo preguntas e incógnitas que tenemos que ser capaces con el tiempo de ir respondiendo y aclarando. Pues es importante para conocer nuestro pasado y es fundamental para afianzar nuestro futuro.

Este 22 de agosto, fecha que la cofradía y la orden de la Merced no eligen al azar, coincide con la octava de la Virgen de la Asunción o de Agosto, patrona de la Piedad; por tanto en torno a su fiesta principal sientan las bases para organizarse como hermandad, y aprueban su Regla. Con ello querían dejar claros varios aspectos: 

1.-Que eran la misma Cofradía que la que fundaron los Genoveses en tiempos de los Reyes Católicos.

2.-Que están establecidos en el mismo convento desde esos momentos iniciales: La Merced, y más concretamente en su capilla e Santa Ana.

3.-Y que nunca dejaron de funcionar como Cofradía, a pesar del momento crítico de mediados de siglo, pues se ubican en la ermita de San Roque, próxima al convento de los Mínimos de la Victoria. 

La fecha histórica del 22 de agosto de 1578, antes de desgranar este gran momento histórico sería bueno matizar que nuestra Cofradía, “la confradía de Ntrª Srª de a Piedad o de los Jinobeses”, como se la denominaba  entonces, nunca fue disuelta ni nunca fue de nuevo creada. Esto es un dato cierto y objetivo.

Entonces qué pudo ocurrir para que realmente no sepamos dónde está ese instante en el tiempo, en el que al parecer no hay conexión alguna en nuestra Hermandad, cuando hay indicios más que evidentes para al menos mantener una cierta duda razonable.

Comencemos pues a tratar de arrojar algo de luz al tema. Si nos retrotraemos en el tiempo comprobamos que a comienzos del siglo XV, la Piedad es fundada por los Genoveses en tiempos de los Reyes Católicos; Antolínez de Burgos nos dice que en “tiempos de la reina Juana y de su hijo con título de César”. Esto es cierto, la Reina Isabel fallece el 26 de Noviembre de 1504 en Medina del Campo; y al día siguiente, Juana, es proclama Reina de Castilla, por su padre el Rey Fernando, en la plaza de Medina del Campo.

Otro apunte muy revelador es el que se nos proporciona en 1519, cuando se cita y se nombra a la Piedad con el primer nombre conocido: “Cofradía de la Concepción, Señor San Sebastián y Señor San Roque”.

También la doctora María Antonia Fernández del Hoyo nos aclara que la Piedad, en estos momentos, tenía su sede en el convento de la Merced, a donde acudían genoveses que tuvieron relación estrecha con Colón, más concretamente se reunían en la capilla de los Esclavos o de Santa Ana y que era muy buena para colocar allí sus insignias y sus pertenencias y “para hacer sus cabildos e ayuntamientos... e asimismo para poner en la dicha capilla un retablo e imagen e tener en ellas sus arcas...” (Conventos desaparecidos de Valladolid, página 214).

Más tarde harían obra en estas dependencias para agrandar la sala y la capilla, nuestros cofrades de entonces tenían recursos. Hemos de recordar que estos hermanos de comienzo de siglo eran gentes de negocios. Por dar un dato muy significativo, el tal Leonardo de Lomelín, genovés amigo en su día de Colón y que aparece como posible fundador de la Piedad, comerció en 1542 con Hernán Cortés y trajo a Castilla un cargamento de azúcar proveniente de las Indias o de América. Es más el propio descubridor de América mantuvo una cierta relación con un tal Mirueña, que disponía de unas casas en las proximidades del convento mercedario, allí se hospedó en algunas de sus visitas a la villa del Esgueva.

Y llegamos al momento crítico, al instante de no saber realmente qué sucedió entre 1550 y 1577 en la Piedad. Podemos sospechar como una primera causa de la decadencia de la Hermandad  la más que posible salida de la corte de Valladolid con destino a Madrid, (ya en los instantes finales del reinado de Carlos I, cuando Felipe II comienza a asumir el mando del reino, Madrid, se contempla como el lugar idóneo para ello). Esto provocó que gran parte de la nobleza y de gentes del negocio, banqueros, comerciantes, entre ellos los genoveses abandonasen Valladolid y siguiesen a la corte allá donde fuese.

Así pues la Piedad por un tiempo, hacia 1544, se debió ubicar en la ermita de San Roque, al pasar el Puente Mayor, que posteriormente dependería del Convento de Nª Sª  de la Victoria, así lo refrenda Antolínez de Burgos.  Casi con toda probabilidad se recompondría de cero, con vallisoletanos que se vinculaban a la Hermandad, donde poco importaba ya su condición y linaje. Se buscaban buenos cristianos que siguiesen con la idea fundacional de la Hermandad.

1549 es otro año de especial importancia en la Piedad, pues la cofradía de la Vera Cruz presentó pleito contra nuestra Hermandad por la hora de sacar la procesión, quizás este contratiempo judicial perjudicó también a los cofrades. Y es que hasta 1578, cuando los cofrades se reúnen en el Convento de Nª Sª de la Merced para redactar y aprobar su Regla, no tenemos noticia alguna más. Aunque es de suponer que la Hermandad siguió con sus “quehaceres cofradieros”, si se me permite la expresión;  los de entonces, claro está.

Así pues el 22 de agosto de 1578, ante el entonces Comendador Mercedario, entonces ostentaba el mando del convento en Valladolid un gran fraile a nivel nacional, el ilustrísimo Fray Francisco de Zumel. Así pues, la Piedad se reorienta como Hermandad fijando por escrito su primitiva Regla fundacional. Se vinculan definitivamente a la Orden Mercedaria, pues pretenden ser hermanos de ella.

El objetivo, no era otro que seguir disponiendo de la capilla de Santa Ana, que con el tiempo se conoció como capilla de la Piedad, la cual conservó a lo largo de los siglos y durante una buena parte de su historia.

Momento solemne y emocionante debió ser aquella reunión, para haberlo presenciado. Posiblemente se celebró en su capilla de Santa Anta o de los Esclavos, la misma que en 1519 reformaron y agrandaron, lo recuerdo pues es importante, por lo que después veremos “... que en el cuerpo de la Iglesia de dicho monasterio, entrando por las puertas principales a la izquierda está una capilla que llaman por el nombra de Santa Ana e que la dicha capilla es muy pequeña ahora a la sazón... e que sería e era buena para la dicha cofradía... para hacer sus cabildos e ayuntamientos... e asimismo para poner en la dicha capilla un retablo e imagen e tener en ellas sus arcas...” (Conventos desaparecidos de Valladolid, página 214).

¿Por qué es importante?, porque es imposible que la Piedad del 21 de agosto de 1578 fuese distinta  a la de un día después, a la del 22 de agosto, pero la historia no ha querido ser benévola con nuestra Hermandad a la hora de refrendar datos, momentos, patrimonio, Iglesia y sedes canónicas, ¡qué le vamos a hacer!, es una parte de nuestra propia identidad el ir perdiendo datos, pertenencias y recuerdos. 

 De todas formas así se recogió:

“Estando juntos el comendador, frailes y convento de la Merced, y hayándose presente el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Fray Francisco (de Zumel), Generalísimo de la Orden, hizo saber   que los diputados, mayordomos y cofrades de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad, que agora nuevamente se ha hecho y fundado en esta dicha villa de Valladolid, pretenden ser hermanos de dicha Orden de Nuestra Señora de la Merced e yncorporandose con la dicha Orden, e con este dicho Monasterio de Nuestra Señora de la Merced y tener en el dicho monasterio su capilla donde poder enterrar sus difuntos e sala y aposento donde poder hacer sus capítulos particulares y generales e donde poder tener sus ynsignias.” (Miscelánea vallisoletana, tomo III, página 534).

A partir de ese momento la Piedad tendrá su sede canónica en el convento de la Merced hasta el año de 1662, en el que edificaron la Iglesia propia, la Penitencial de Ntra. Sra. de la Piedad y de Ntra. Sra. de la Asunción.


viernes, 26 de junio de 2020

El Convento de San francisco de Valladolid IV.

El Convento de San Francisco de Valladolid, parte IV:

Capillas del lado de la Epístola, Coro, y nave de Santa Juana.


Virgen de la Piedad, procedente del Cto. de San Francisco, Gregorio Fernández, 1627.

 CAPILLAS DEL LADO DE LA EPÍSTOLA:

Había cinco capillas desde la reja de la Capilla mayor hasta los pies del templo. Todas poseían arcos de medio punto y bóvedas.

1ª.- CAPILLA DE SAN DIEGO:

Su patrón era don Gaspar de Escudero, alcalde de la Real Chancillería de Valladolid. Esta capilla poseía reja y tenía conexión con el Claustro y el púlpito.


San Diego, MNE de San Gregorio, Gregorio Fernández.

Su nombre viene dado por el San Diego de Alcalá, obra de Gregorio Fernández, que actualmente se encuentra en el M.N.E. de Valladolid.

2ª CAPILLA DE LA ENCARNACIÓN o de SANTIAGO:

Propiedad de varias familias, primero Hernán Sánchez, luego de Álvaro de Medina, posteriormente pasó a manos de doña Ana Con, quien finalmente se la dejó a Clemente Formentero, regidor de Valladolid. Éste en 1622  hizo reforma en la entonces capilla de Santiago, se usó piedra de cantería en vez de ladrillo y se siguió la traza levantada por Rodrigo de la cantera.

Tenía reja, hecha en 1632, de 32 balaustres de hierro macizo y grueso, altar en el muro de la izquierda  y en la pared del fondo  puerta que daba al Claustro.

Es de suponer que tras la reforma se cambiase de advocación, porque en 1625 ya se llama de la Encarnación. Tenía un retablo, en el que intervinieron dos Alcaldes de la cofradía de la Piedad; por un lado hubo con un gran cuadro de la Anunciación pintado por Diego Valentín Díaz, de “harto bueno” lo calificó Matías de Sobremonte. Y por otro, porque Tomás de Prado lo doró, como la reja, recibiendo por ello 875 reales.

3ª CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD, (de la Piedad que ahora está en San Martín), anteriormente de SAN BERNARDINO:

En 1590 era propiedad de don Juan de Sevilla y de doña Ana de la Vega y de sus herederos. Posteriormente pasó a manos de Don Francisco de Cárdenas; éste fue quien mandó realizar en 1627 el retablo de la Piedad, de Gregorio Fernández y que ahora se encuentra en la Iglesia parroquial de San Martín.

Esta imagen es ahora la advocación principal de la Muy Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de la Piedad, salió por primera vez en procesión el Viernes Santo de 1927, en la denominada de la Caridad. Gracias a la devoción popular y el amor que despierta entre las gentes de Valladolid, será coronada canónicamente en el año 2027, a los 100 años de su primera salida procesional y a los 400 de su hechura.

También poseía un retablo dedicado a la Asunción, del año 1671

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(Virgen de la Piedad, anteriormente de la Soledad, Cto de San Francisco, 1627, Gregorio Fernández, hoy en la Iglesia de San Martín)

4ª CAPILLA DEL SANTO CRISTO, anteriormente de SAN ANDRÉS:

Era la capilla que el feligrés de entonces veía de frente nada más acceder al templo, en un principio perteneció al convento, pero al estar muy mal cuidada se vendió en 1576 a su bienhechor, que fue un tal doctor Santamaría, médico  y clérigo, quien la reparó y adecentó convenientemente. La dotó de dos puertas, una que daba acceso a la Iglesia y otra al Claustro.


Tríptico de nogal, MNE de San Gregorio, Valladolid.

Poseyó un retablo, que bien pudiera ser el que ahora se conserva en el M.N.E. Es decir el tríptico en madera de nogal, con figuras pequeñas de la pasión y muerte de Cristo; aunque Rafael Floranes no se refería a esta obra, sino a  un retablo con un crucificado de “efigie grande y antigua”. También tuvo reja.

5ª CAPILLA DE LA ENCARNACIÓN, segunda con esta advocación, antes de SAN PEDRO:

Propiedad de Ana de Frómista, pues en 1571 el matrimonio de Antonio de Frómista y Juana de la Vega otorgaron su testamento, donde dejaban dicho que se les enterrase y pusieran su escudo de armas; también dispuso de ella  la cofradía de la Misericordia.

Era muy oscura, sin apenas iluminación pues estaba debajo del coro, y se cerraba con reja de madera, que fue dorada y pintada por un tal Enrique Manuel.

CORO:

Hacia 1505-1510 los franciscanos decidieron edificar un coro en alto a los pies de la Iglesia, para dejar de usar el que se encontraba en el presbiterio.

En 1622 se debió repara por problemas de sujeción, trabajó en ello el cantero Pedro de laVega, pues reclamaba ciertos dineros por “los pilares del coro”.

Sillería del Coro en el MNE de Escultura, fotos web Museo Nacional de Escultura

Tuvo una primera sillería  de 84 sitiales que realizaron dos hermanos entalladores, pero sería sustituida en 1735 por la magnífica sillería, en estilo rococó, realizada por Pedro de Sierra y ensamblada por su hermano el fraile fray Jacinto de Sierra. Actualmente se encuentra en el coro alto de la capilla del colegio de San Gregorio, soberbia obra de arte ampliamente estudiada. 

Fue solicitada por la Iglesia Prioral de las cuatro órdenes militares, de Ciudad Real, pero la Comisión provincial de Monumentos de Valladolid, a instancias de la Real Academia de San Fernando  desaconsejaba dicho traslado, “porque las obras de arte procedentes de Iglesias o monasterios de Valladolid no pueden ser trasladados fuera de ella”.

En 1740 se ubicó una Inmaculada y en 1809, cuando la invasión francesa,  existía una capilla del “Santísimo Cristo del Capítulo”. También se encontraban en él una imagen de un Ecce Homo y una urna con San Francisco de la Parrilla, además de dos órganos.

A continuación dejó la descripción que desde la página web del museo se hace:

Convento de San Francisco (Franciscanos), Valladolid Centro, Valladolid: Iglesia.Coro alto de San Francisco.

"Sobria de traza, la pormenorizada y rica decoración se atiene a los espacios establecidos por la clara estructura cuyas líneas subraya, en una concepción que se ha relacionado con el Plateresco. Forman los respaldos de las sillas altas un relieve principal, vertical, sobre otro horizontal, a modo de banco que lo completa o explica; ambos enmarcados por pilastras y pilastrillas terminadas en forma de ménsula y decoradas con cabezas de angelitos sobre una superficie de formas fluyentes, motivo común en la obra de Pedro de Sierra que le vincula con los Tomé. El relieve principal se concibe como un desnudo espacio de cierre avenerado, donde se yerguen figuras esbeltas, con pequeñas cabezas de rasgos finos y expresivos, características del escultor; las actitudes son elegantes, agitadas unas, confiado el dinamismo en otras al juego de los paños, cuyas superficies excavan amplios pliegues de bordes afilados, bajo los que se diluyen las anatomías, con resultados casi pictóricos. Los relieves pequeños son los únicos con escenas; minuciosos y siempre diversos en soluciones en torno al motivo principal: el nombre del personaje correspondiente. En las sillas bajas, tanto en los tableros rectangulares enmarcados por columnillas, como en los medallones situados sobre ellas, se efigian figuras de medio cuerpo, singularizadas en rostro y actitudes a modo de retratos. La parte más funcional del asiento se decora con motivos geométricos variados en taracea y las misericordias con mascarones de poderosa expresividad. El conjunto remata por entablamentos mixtilíneos sobre los que alternan frontones partidos, pequeñas esculturas exentas y medallones.

La sillería del convento de San Francisco ingresó en 1842 en el Museo, entonces instalado en el Palacio de Santa Cruz; la falta de un espacio adecuado no permitió conservarla montada: las sillas bajas y los asientos de las altas se colocaron en la galería cerrada del patio, y el resto de sus componentes se distribuyó por distintas salas y almacenes. Ya en los años veinte se restauraron y expusieron veintidós sillas altas, primer paso en su reconstrucción. Pero será en 1933, contando con el ámbito del coro alto de la capilla del Colegio de San Gregorio, cuando C. Candeira procede a ensamblarla de nuevo en su mayor parte; la necesidad de adaptarse al espacio disponible, mostrando el máximo de elementos, determinó la composición más que la coherencia tipológica e iconográfica.
Recuperaba así también una ubicación similar a la original pues, a comienzos del siglo XVI, el coro del convento franciscano, que había estado en medio de la nave, se trasladó a los pies sobre una tribuna. La "costeó y mandó hacer el reverendísimo P. Fr. Juan de Soto, ministro general de toda la orden [1729-1736] e hijo de esta ciudad y convento" (V. Pérez). Aunque se han manejado dos fechas diferentes para su conclusión, una (1742) procede de la puntuación errónea en la trascripción de una nota del manuscrito del Padre Sobremonte; fue el día de San Francisco de 1735 cuando se estrenó, aunque los remates se prolonguen hasta diciembre.


La publicación de 1741 "Sermones y Descripción Histórica del Capítulo General que la Religión Seráfica celebró Valladolid en 4 de junio de 1740", proporciona valiosos datos sobre la que califica de "célebre sillería" y describe en términos elogiosos: "Es su materia de distintas, apreciables y preciosísimas maderas; pero tan bien unidas y proporcionadas para las muchas Tarjetas, Armas, Imágenes y Figuras que forman, que excediendo a la mas delicada filigrana, causan sus diversos vivos colores agradable recreo... Compónese la una vanda de quarenta y ocho Sillas altas y baxas; y la otra, que está al lado del Órgano mayor, de quarenta y cuatro". Fue ciertamente obra de gran empeño, responsabilidad de dos de los hermanos Sierra, al frente de numerosos oficiales: Pedro, autor de la escultura, y Jacinto, ya religioso franciscano, al que hay que suponer las tareas de supervisión y ensamblaje, así como una posible participación en el diseño, dada la similitud de algunas soluciones con su obra retablística posterior.


El amplio programa iconográfico, desplegado según un esquema jerárquico de orden ascendente, está destinado a la exaltación de la Orden franciscana; su lectura inequívoca se garantiza mediante una clara rotulación en blanco. En las sillas bajas van "todos los ministros generales de nuestro Seráfico Instituto, empezando por la de la mano derecha la de nuestro Seráfico Padre San Francisco, y concluyendo en la izquierda con la de nuestro Padre Reverendissimo Fray Juan de Soto", con su nombre y número de orden; sumados los primeros vicarios generales llegan a 86, lo que justifica la presencia de los medallones. En las sillas altas están las figuras del "... Apostolado, á quien inmediatamente siguen, cercando todo el Coro, las de los Doctores de la iglesia, las de los Sagrados Patriarcas de las religiones y la de los Santos y Santas de nuestra Orden Seráfica, todos con sus particulares, y propias Insignias y divisas" junto con otros de especial significación como el Bautista, San José, evangelistas, o protomártires. La amplia nómina de santos, beatos, mártires, y personajes notables (papas, cardenales, etc.) pertenecientes a la órden franciscana se continúa en las esculturas exentas y medallones, mientras que en la cornisa figuran los nombres de sus teólogos más célebres. En los grandes tondos del remate, arcángeles y virtudes, añadiéndose a las teologales y cardinales, por simetría compositiva, una octava: la mansedumbre, atribuida particularmente a San Francisco de Asís.


Finalmente "... en el frontispicio del Coro dividiendo las dos primeras sillas altas... una Imagen primorosísima de María Santísima en el Misterio de su Concepción Inmaculada", misterio en cuya defensa se significaron los franciscanos. Debe ser la que cita Ventura Pérez en la descripción de la solemne procesión celebrada durante el citado Capítulo General de 1740: "Y la última iba la Purísima Concepción, la que tienen en el coro". Esta imagen se identificó tardíamente en los fondos del Museo (Arias y Luna, 1995) con una talla de la Inmaculada que estuvo depositada desde 1881 hasta 1989 en la Asociación de Hijas de María (Valladolid). Su inicial atribución a Narciso Tomé, fue pronto desestimada a favor de Pedro de Sierra; Martín González ya señaló las patentes relaciones con las figuras de la sillería en la pequeña y delicada cabeza, las manos de largos dedos y el tratamiento de los paños; el manto en torno a los brazos adquiere gran volumen, adelgazándose la escultura en la parte inferior, lo que le da ligereza; es una magnífica muestra del rococó.


El arte de Pedro de Sierra alcanza en este conjunto uno de sus más brillantes momentos; en su abundante escultura, excelentemente trabajada, y en los pequeños relieves preciosistas hay una "prodigiosa recreación de formas" (Wattenberg), un alarde de inventiva en tipos, actitudes, esquemas, motivos y detalles, para los que cabe suponer el recurso a repertorios de estampas. Sin duda esta sillería se encuentra entre las obras más excelentes del barroco castellano.

http://ceres.mcu.es/pages/ResultSearch?Museo=MNEV&txtSimpleSearch=Siller%EDa%20de%20San%20Francisco&simpleSearch=0&hipertextSearch=1&search=simple&MuseumsSearch=MNEV|&MuseumsRolSearch=15&

LA NAVE DE SANTA JUANA, ANTERIORMENTE DE SAN DIEGO:

Al final de la Iglesia, en su muro y a los pies, se abría una puerta que daba a la Nave de Santa Juana; era perpendicular a la nave principal del templo. También tenía acceso al claustro y por ella se llegaba la portería que daba a la Plaza Mayor de Valladolid. Poseía altar principal y ocho capillas.


Cuatro al lado del Evangelio: San Diego, San Miguel, Santa Ana (estas dos últimas pertenecían al cuerpo de la Iglesia) y del Santo Cristo.

Y otra cuatro en el lado de la Epístola: San Cosme y San Damián, Nuestra Señora la Blanca, San Juan Bautista y la de Nuestra Señora.

a) Capilla de San Miguel:

Poseía dos rejas, una daba a la nave de Santa Juana y la otra a la Iglesia. Y que la separaba de la capilla de Santa Ana. Su propietario fue Alonso de Vitoria y de su mujer Ana López de Corcuera, que en 1594 la adquirieron para su entierro, pagando para ello 2.100 reales, según Diego de Praves y Juan de Nates.

b) Capilla de Nª Sª la Blanca:

Se daba culto a la Virgen de la Blanca, era una imagen de Nuestra Señora sedente, procedente de Pisa, según afirmaba Diego Valentín Díaz.

La capilla fue propiedad primero de Diego Pérez, después de la familia Torquemada y finalmente de Lucas de Bárcena, del Santo Oficio, y de su mujer Isabel Romera.

Esta capilla tenía bóveda de crucería, y una magnífica reja fechada en 1602, rematada con una cruz, con crucifijo de bronce y dos escudos laterales.

CAPILLA DE LOS AJUSTICIADOS:

Aquí realizaba la obra de Caridad la Cofradía de la Pasión, "hagan bien por hacer el bien por el alma de este hombre que van a ajusticiar",  bajo el patronazgo de San Juan Bautista,  así que regentaban esta capilla contigua al patio.

Y es que en el patio que daba a la portada principal y a la Iglesia conventual, hacia la derecha según se entraba, estaban sepultados los huesos de los ajusticiados que morían en los caminos, luego posteriormente se hizo esta capilla llamada obviamente así.

Tenía nichos con puertas de celosías y un altar con un Cristo en la cruz y a su lado San Juan y Nuestra Señora, en el suelo las losas de piedra donde se enterraba a los ajusticiados. El obispo D. Juan Vigil de Quiñones concedió indulgencias a quienes rezasen por sus almas.

En 1703 se debió reformar y adecentar por José Gómez al precio de 1.000 reales.


lunes, 15 de junio de 2020

El Convento de San Francisco de Valladolid III

El Convento de San Francisco de Valladolid, parte III

Sacristía, Resacristía y Capillas de la Iglesia Conventual


(Recreación personal de la Iglesia Conventual, con sus capillas, capilla mayor, reja, sacristía y demás dependencias, así como las obras artísticas que se albergaban. Dibujo Roberto Alonso).

Uno que a veces le da por esto de Valladolid y lo antiguo, su historia, cultura, tradiciones y su patrimonio, etc, pues un buen día pensé en realizar a vuela pluma una especia de croquis o mapa del convento siguiendo la descripción de María Antonia Fernández del Hoyo y del plano de 1830.

Sabemos por el plano citado, que la cabecera de la Iglesia conventual estaba orientada hacia la calle Olleros, los pies hacia la calle Santiago y la entrada principal a la Plaza Mayor.

Su portada poseía un gran pórtico por el que se accedía al templo.

Nada más entrar, el vallisoletano de mediados del siglo XVII, por poner un ejemplo, se encontraría con la pila del agua bendita, se santiguaría y acto seguido, a su izquierda, contemplaría la capilla de San Carlos Borromeo y Santa Catalina y a su derecha la de San Antonio el Pobre o de “Los  Cañedos”, si levantaba  la vista a lo alto tendría el coro, cuya sillería no vería desde su posición; pero que hoy, afortunadamente, nosotros podemos contemplarla, pues se encuentra ubicada en la capilla del Colegio de San Gregorio (M.N.E.), y de frente se encontraría con la capilla del Santo Cristo…

Pero, en fin, haciendo un recuento de todas ellas y por dar unas pinceladas breves, diremos que la primera capilla del lado del Evangelio, próxima al altar, era:

1.-La Capilla de la Inmaculada o de los Rivera:

Estaba dentro de la Capilla Mayor, tenía como advocación principal una Inmaculada Concepción, obra de Francisco Rincón, y fue dorada y estofada en 1628 por Pedro Nevado.

Era una capilla alta con bóveda alta de crucería; tenía dos accesos, uno daba a la capilla mayor a través de un arco grande y por otro a la Sacristía, a través de una cristalera.

Se decía de también de los Rivera pues la fundó un tal Andrés de Rivera, que fue alcaide de Burgos, aquí fue enterrado, bajo una imagen que había de la Virgen de los Remedios.

Tuvo otro altar dedicado a San Francisco de la Parrilla, conocido como San Francisco de San Miguel, fue hijo del monasterio y años más tarde fue martirizado en el Japón. Esta escultura del santo estuvo en su altar hasta 1647, año en que fue llevada a la Nave de Santa Juana, parece ser que salió del taller de Gregorio Fernández, así lo afirmaba M de Sobremonte, pero lamentablemente está desaparecida. Esta capilla posteriormente cambió de advocación y pasó a denominarse:

 

2. Capilla de Nuestra Señora de Copacabana:

La capilla anterior se remodeló por completo entre 1676 y 1679, y se llamó así porque el que costeó la reforma de la capilla, fray Hernando de la Rúa, trajo de Nueva España, donde era comisario general de esta provincia, una imagen con este nombre, la Virgen de Copacabana, colocándose en su retablo.

También se cambió hasta la piedra y tuvo otros cuatro retablos nuevos con las imágenes de San Buenaventura, San José, Santa Teresa de Jesús y San Pedro Regalado.

En 1721 se ubicaría el Cristo de ágata, enviado desde Madrid y  en 1740 un Niño Jesús que unos hermanos de la orden, trajeron desde Belén, para asistir a capítulo.

3.-Capilla de San Antonio de Padua o “el rico”, también conocida como de la Concepción o de Santa Ana:

Era la primera capilla fuera del ámbito de la capilla mayor y detrás de  la reja. Fue fundada por Luis de Morales, tesorero del Rey Juan II de Castilla. Fue vendida por sus propietarios en 1646 a la cofradía de los sastres por 400 ducados.

Tenía una escultura de San Antonio de Padua, conocida como “San Antonio el Rico”, nombre que se le dio para diferenciarla de la que estaba en la capilla de al lado y que se la conocía como “San Antonio el pobre”. Era de procedencia italiana, pues vino de Florencia y fue donada a la cofradía.

4.- Capilla de San Francisco, o de San Mancio:

Era una capilla muy pequeña y oscura con reja de madera, perteneció a Ruy Pérez de Agraz. Fue una capilla muy relacionada  con él Hospital de Esgueva.

5.-Capilla de San Carlos Borromeo y Santa Catalina o de los Hermosilla.

Eran dos capillas adosadas y contiguas. A la de San Carlos no se accedía desde la propia Iglesia sino desde un patio que estaba al lado.

Así la describió Matías de Sobremonte: “Situada más adentro de la capilla de San Mancio y de un tránsito que va desde la de Santa Catalina a la de San Antonio, … era como la recapilla de  Santa Catalina…llamada de los Hermosilla”

La de Santa Catalina, según este franciscano, era la más elegante, moderna y majestuosas de la Iglesia conventual. Con dos arcos que daban a la nave central del templo; posiblemente sea la capilla de los linajes, de la que hay un grabado, pues aquí se enterraron  las familias más ilustres y nobles de Valladolid (Leyvas, Zárates, Navas, Veneros…).

Capilla de los Linajes, dibujo de Valentín Carderera, pocos años antes de ser derribado el convento

Era la primera capilla que estaba a la izquierda, nada más entrar en el templo, tenía tres puertas, una cerca de la pila del agua bendita, otra nada más entrar a la iglesia y la tercera se comunicaba con la nave central.

El patrón era don Carlos Venero y Leyva, capellán de Felipe III, que costeó reparaciones y obras, adecentó la portada de la capilla, quitó una reja de madera y la sustituyó por una de hierro bien labrado. Y pagó un retablo de Santa Catalina, al parecer muy rico en oro, por 600 ducados.

Aquí estuvieron colocados los bultos funerarios, realizados por Francisco Rincón, de la familia Venero-Leyva, hoy ubicados en la Catedral de Valladolid. Se llevaron allí antes de la destrucción del Convento, así como la imagen de Santa Catalina, (hoy en la capilla del Sagrario de la Catedral), un Cristo Crucificado, un San Juan y una imagen de Nuestra Señora.

Capilla de San Antonio el Pobre o de los Cañedos.

Ubicada debajo del Coro, anteriormente estuvieron ahí las capillas de San Antonio y la Trinidad. Tenía reja y puerta que daba al pórtico de la Iglesia

Capilla de Santa Ana:

Tenía reja que comunicaba a la nave de Santa Juana y a la nave central de la Iglesia, era propiedad de Casilda de Espinosa, mujer de un secretario del Santo Oficio, Don Diego Montero de la Carrera.

Bultos funerarios de la familia Venero Leyva, hoy en la Catedral de Valladolid, anteriormente en la capilla de Santa Catalina del Cto. de San Francisco. 

Sacristía, Lavatorios y Capilla de los Leones:

La realiza Gaspar Martínez en 1574, en un espacio que había entra la calle Olleros, la capilla de los Leones y la capilla Mayor. Era una sala rectangular de 16 m. de largo por 7 m. de ancho y tenía una altura nada desdeñable para ser una sacristía, nada menos que 12 metros. Con cubrición gótica de bella factura

Con la capilla de los Leones se comunicaba por medio de unas pilastras al estilo romano, pero que se cerraban con bóvedas de crucería. Al lado se construyeron los lavatorios.

En un inventario de 1809 la sacristía disponía de cinco espejos y pinturas diversas que representaban a San Bernardino, San Pedro Regalado, el Descendimiento, la Purísima Concepción, el Paso de los Azotes, San Joaquín y tres Papas y varios cuadros más (San Miguel, San Juan, La Asunción…)

Resacristía , o Capilla de San Bernardino:

Y es que desempeñaba esta función, por eso la nombra así Matías de Sobremonte. Se comunicaba con la Capilla Mayor por una puerta con bóveda que estaba debajo del Altar Mayor

Tomás de Prado, alcalde de la Cofradía de la Piedad, doró y estofó la reja, el retablo y la imagen de San Bernardino en 1619, la cual fue hecha por Pedro de la Cuadra. Aunque quien dispuso de esta capilla fue la Cofradía de los Mercaderes para sus cultos y celebraciones.