Quien más y quien menos tendrá presente un "Portalito de Belén", para recordar de manera visual, aquello que aconteció en Belén de Judá hace 2000 años.
Y pondrá al buey y a la mula, ¡sólo faltaría!
Desgraciadamente siempre hay quien de manera intencionada aprovecha lo que el Papa o la Iglesia hace o dice para entrometerse y criticarlo absolutamente todo.
Como el último libro de Benedicto XVI, el que hace referencia a la infancia de Jesús.
Afortunadamente hay personas, como nuestro amigo Mario, que se han molestado en mostrar la verdadera realidad de las palabras de su Santidad.
Este es su artículo, merece la pena saber para luego opinar.
NOS HAN ROBADO LA MULA Y EL BUEY
Mario ALONSO AGUADO, O. de M.
Académico y Escritor.
Hace unas semanas desayunábamos con la insólita noticia de que el Papa Benedicto XVI había mandado suprimir la mula y el buey de los tradicionales belenes. Diversos medios de comunicación social, no se si malintencionados, pero si al menos desinformados, airearon la noticia creando un revuelo mediático. Entonces si que se montó un belén y se armó la marimorena. En alguna tertulia radiofónica llegaron a decir que nos habían robado la mula y el buey de los recuerdos navideños de nuestra primera infancia.
De entrada, todo esto me hace pensar que aquellos que pretenden relegar a la Iglesia a un segundo plano, arguyendo que los cristianos han perdido significatividad en la sociedad y que todo aquello referido a la Iglesia ya no es creíble o no vende; esos mismos son los que ahora, contradictoriamente, se encargan de que la Iglesia salte al primer plano de la actualidad informativa. Eso sí, siempre con temas estrambóticos, escabrosos, oscuros, maldicientes, que repercuten negativamente en la imagen pública y en la reputación y autoridad moral eclesial. La objetividad informativa de ciertos comunicadores brilla por su ausencia, y muchos ciudadanos de a pie se tragan con una facilidad pasmosa todo cuanto leen u oyen. Son pocos los que acuden a las fuentes originales buscando información cierta y contrastando distintos puntos de vista.
¿De verdad que el Papa ha desautorizado la práctica tan entrañable y popular de poner el belén en nuestros hogares, y, más en concreto, de colocar las figuras de la mula y el buey junto al pesebre? nada más lejos de la realidad. El Papa en su reciente libro “La Infancia de Jesús” (Editado por Planeta), último volumen de su trilogía sobre Jesús de Nazaret, en el que se basan las informaciones a las que nos venimos refiriendo, escribe lo siguiente: “María puso al niño recién nacido en un pesebre (Cf. Lc. 2,7). De aquí se ha deducido con razón que Dios nació en un establo, en un ambiente poco acogedor –estaríamos tentados de decir: indigno-, pero que ofrecía en todo caso la discreción necesaria para el santo evento (…) El pesebre hace pensar en los animales, pues allí es donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales” (pp. 74 y 76).
Pero el Papa Benedicto, afamado teólogo y acreditado profesor universitario durante décadas, especifica “la mediación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, refiriéndose a Isaías: El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño: Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”.
Lo que está claro es que el Papa no ha negado en ningún momento la presencia de la mula y el buey en los belenes. Y por si quedara poco claro, Benedicto XVI concluye su explicación con estas rotundas palabras: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno” (pp.76-77). No hay, pues, que temer. La tradición belenística que comenzó el santo de Asís en el siglo XIII puede continuar adelante incluyendo los dos animales que alientan y dan calor al niño Dios.
Antes de abrir la boca para hablar, antes de ponerse ante el teclado de un ordenador para escribir, convendría informarse previamente y no lanzar opiniones o informaciones a la ligera, intentando desviar la verdad de la cruda realidad que vivimos y padecemos, distrayendo al personal con otros temas menores. Pongamos el belén, con las figuras del misterio al completo, que no falte en los hogares, en las familias, en las parroquias, en los conventos, en las sedes de Hermandades y Cofradías, en todos aquellos lugares que nos resulten más cercanos y familiares.
Estemos tranquilos. La mula y el buey no son una mera invención piadosa de la religiosidad popular, sino que van mucho más allá: se han convertido en acompañantes del acontecimiento salvífico de la Navidad, en virtud de la fe de la Iglesia, de la unidad y relación existente entre las profecías del Antiguo Testamento que se ven cumplidas en el Nuevo. Recordemos de nuevo las palabras del Papa: “ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”. Para todos, Feliz Navidad.
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