lunes, 12 de abril de 2010

EVANGELIO OCTAVA DE PASCUA

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor. Jesús repitió: - «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. » Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: - «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: - «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: - «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: - «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: - «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: - «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Palabra del Señor.

LA PAZ CON VOSOTROS”

Jesús trae la paz a nuestras vidas. Su resurrección es causa de gozo y paz espiritual para nuestros corazones afligidos. Ya no más penas ni tristezas. No podemos seguir con los ojos cerrados. ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!

Sabemos que quien quiere llegar a Dios debe pasar primero por la cruz y el sacrificio de cada día, pero cómo nos cuesta en el instante mismo cuando la cruz se hace pesada. No somos capaces de sufrir por Cristo, mientras que Él murió por salvarnos.

Ahora vemos el triunfo del Señor que trae la salvación al mundo entero. Ha llegado nuestra hora. Debemos emprender una conversión personal de nuestro corazón hacia Dios.

Somos testigos de Cristo y estamos llamados a la misión de todo cristiano: “Proclamar la Buena Nueva a todas las naciones”.

El Señor, por su muerte, ha abierto a la humanidad las puertas del cielo. Nosotros ya conocemos el camino: es Cristo. Ahora debemos guiar a los demás por la senda de la salvación; Cristo es la resurrección y la vida.

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