DOS PRESOS POLÍTICOS, ARTISTAS,
Y SUS PINTURAS MERCEDARIAS
EN SENDAS CÁRCELES ESPAÑOLAS
Mario ALONSO AGUADO
Pintura de la Cárcel de Burgos. |
Por otro lado, la Virgen de
la Merced, nombrada oficialmente patrona de las prisiones (en 1939), era
invocada por los presos que ansiaban libertad dentro de los muros carcelarios.
Existía, y aún existe hoy en determinados lugares, la costumbre de liberar a un
preso con motivo de las fiestas de la Pascua. En medio de solemnes procesiones
de la Semana Santa alguna cofradía o hermandad, de marcado carácter mercedario,
se encarga de llevar a cabo este acto liberador.
A
continuación presentamos dos casos curiosos, representativos de una época,
exponentes claros de una mentalidad en la que operaba una falta de libertad y
un control férreo sobre las ideas. Se trata de dos presos políticos, artistas
ambos, que en pleno franquismo decoraron con pinturas murales, de temática
mercedaria, las cárceles de Barcelona y de Burgos. Uno es andaluz; el otro,
vasco.
1. Barcelona: Helios Gómez y la Capilla
Gitana de la Virgen de la Merced.
Gitano, andaluz,
trianero, poeta, anarquista, celebrado cartelista e imaginativo muralista; todo
esto, entre otras cosas, fue Helios Gómez
Rodríguez, artista nacido en el barrio de Triana, en Sevilla, el 27 de mayo
de 1905. Los numerosos años pasados en la cárcel le pasaron factura
quebrantando su salud, murió en Barcelona el 19 de septiembre de 1956. Su obra
es fiel reflejo del mundo social, cultural y político que le tocó vivir,
aclamado y apreciado dentro y fuera de España. Jean Cassou ya opinó sobre él : “Es artista por ser revolucionario
y revolucionario por ser artista, ambas caras se unen y engarzan en una misma
persona: en un gitano joven. Sentimiento y fogosidad. Para él, pintura, vida y
lucha es lo mismo. Va a la cárcel por dibujar”.
En 1950, preso
en la Cárcel Modelo de Barcelona, a instancias del P. Bienvenido Lahoz, mercedario capellán de prisiones y profundo
pensador, decoró con pinturas murales la celda número 1 del primer piso en la
cuarta galería. El artista pintó en las paredes una bella imagen de la Virgen
de la Merced con rasgos agitanados y morenos, lo que valió a la estancia el
sobrenombre de “Capilla Gitana”. La Virgen porta al Niño Jesús, éste agita en
su mano derecha un molinillo de viento, signo inequívoco de libertad. La genialidad de Helios aprovechó el encargo del capellán mercedario para denunciar
la persecución y genocidio del pueblo gitano y reivindicarlo como nación histórica,
equipando además el genocidio étnico con el ideológico. Para conseguir su
objetivo, además de los rasgos calós de la Virgen, puso los mismos tonos negros
y agitanados en los rostros de los presos y de los ángeles que le acompañan.
Ángeles que danzan libremente al son de la guitarra, de la pandereta o de las castañuelas; ángeles negros en clara
alusión a la canción antirracista Angelitos
Negros, popularizada en 1947 por el cantante cubano Antonio Machín: “Siempre
que pintas iglesias / pintas angelitos bellos / pero nunca te acordaste / de
pintar un ángel negro.”
Lamentablemente,
hoy ya no podemos gozar de la visión de la Virgen de la Merced de Helios,
a no ser por viejas fotografías. Ya en 1960 quedó censurada y tapada la
parte inferior, donde aparecían los penados. Y en 1998, aduciendo “razones de
higiene”, una capa de pintura blanca la cubrió totalmente. Ahora diversas
plataformas ciudadanas y distintas asociaciones culturales piden a gritos la
restauración de las pinturas, de este corpus poético de resistencia y
militancia.
2. Burgos: José Sarriegui y la Capilla
Sixtina de la Libertad.
Culto, talentoso,
rebelde y nacionalista, así recuerdan algunos a José Sarriegui Aldanondo; nacido en Ordizia (Guipúzcoa) en 1911. Su
obra pictórica ha trascendido fronteras. Emparentado artísticamente con Arteaga, gozó de la amistad del
escultor Jorge Oteiza y del pintor Nicolás Lekuona, representantes, todos
ellos, de la nueva corriente artística procedente del País Vasco. En la Guerra
Civil no dudó en alistarse como gudari del gobierno vasco, participando en el
batallón “Amayur”. Tomó parte en algunas de las batallas del frente norte, capturado
y juzgado sumariamente en 1937 fue condenado a la pena de muerte como autor de
un delito de rebelión con agravante de peligrosidad. Conmutada la pena salió en
libertad en 1943 y se instaló en Bilbao, allí pudo seguir con su pasión por la
pintura, hasta que falleció en aquella ciudad en 1967.
Pintura - Cárcel de Burgos |
En
1942, estando interno en el Penal de Burgos, realizó once grandes pinturas de
temática religiosa, teniendo como eje central a la Virgen de la Merced, con San
Pedro Nolasco y los principales
santos mercedarios. Junto a ellos: la Última Cena, la Coronación y apoteosis de
la Virgen, la Anunciación, el Nacimiento de Cristo, la Sagrada Familia, la
Oración en el Huerto, los Cuatro Evangelistas… En estas obras se aleja un tanto
del estilo renovador y vanguardista que había caracterizado su obra anterior ya
que debió ajustarse a los cánones estéticos solicitados, tanto por la autoridad
penitenciaria como por las Hermanas Mercedarias de la Caridad que atendían la
prisión. A pesar de todo, Sarriegui
volcó en estas pinturas toda su formación clásica logrando un conjunto uniforme
y valioso: pensemos en los pliegues de los hábitos mercedarios pintados, en las
expresiones contenidas de los rostros de los santos, en el sosiego que
transmiten sus figuras, en la acertada y estudiada composición, en el
cromatismo de estas imágenes casi naïf… Como bien señala Ignacio Alonso Erraste, su biógrafo: “La obra, valorada en su
concreto momento histórico y personal, presenta gran interés. El crítico o
estudioso haría mal en valorar este trabajo de un modo aséptico, sin reparar en
su contexto y ubicación. Un contexto personal complejo, unas directrices determinadas,
un control exhaustivo, una persona privada de libertad, unos materiales
pésimos, unas condiciones de trabajo nefastas, un estado físico deplorable, una
pérdida de visión y de tacto, entumecimiento generalizado, y en concreto, dedos
y manos atrofiados por la humedad que no responden con la mínima destreza a las
órdenes de un cerebro también en horas bajas, son variables que deben ser
tenidas en cuenta para apreciar este proyecto mural.”
Ahora, la
antigua capilla cobra nueva vida al haber sido reconvertida en la sala de
reuniones y juntas de la cárcel burgalesa. Recientemente un interno artista,
que prefiere permanecer en el anonimato, ha restaurado con mimo y maestría el
conjunto de pinturas, logrando una estancia agradable y luminosa. Diversos
medios de comunicación social de la ciudad de Burgos se han eco de la
restauración de los murales, valorando el conjunto de las pinturas, y no han dudando
en denominarlas como “Capilla Sixtina de la Libertad”.
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